El ingeniero Gustavo Thiessen, principal responsable de la revolución que tuvo el cultivo en la última década y media, deja algunas recomendaciones de manejo de cara a la nueva siembra. “La densidad es un elemento a tener en cuenta, no el único. Se pueden conjugar distintas estrategias, y para eso es fundamental conocer el comportamiento de la genética que vamos a utilizar”, dice
El celular de Gustavo Thiessen está en llamas. Audios, mensajes de texto, mails, llamadas… El precio del maíz sigue escalando y la demanda por el conocimiento del ingeniero dorreguense copia el incremento. Charla en Pedro Luro, presentación en Tres Arroyos, consultas del oeste bonaerense, pedido de opinión desde la zona núcleo. Verborrágico, sencillo y amable, el hombre responde todo lo que le llega; y a la hora de protagonizar una disertación, te mata a datos.
“De entrada, a todos les digo lo mismo: ¿qué buscas, a qué resultado aspirás? A partir de ahí empezamos a ver las variantes, las ventajas y las desventajas. Y les aclaro que la densidad es una pata más de la mesa, no es lo único que importa”, explica en la puerta de El Agropecuario, donde fue convocado para contar los resultados de sus ensayos de manejo y de los distintos híbridos.
Si hay alguien autorizado para hablar es él, que no tiene mucho cartel, pero le sobra archivo: fue el descubridor de que bajando la densidad se podía hacer maíz en suelos antes considerados marginales, como los de Coronel Dorrego. La primera vez que lo contó en público fue en una JAT de CREA, en la Escuela Agropecuaria de Tres Arroyos, allá por 2012.
Mucho más que densidad
“En un campo de Coronel Dorrego, por ejemplo, si tenés un costo de 2.500 o 3.000 kilos, hacer un maíz de 4.000 o 4.500 kilos es buenísimo. Porque a su vez, en el costo es mucho más barato que hacer una cebada de 4.500 kilos, el insumo que tenés es mucho menor porque estás trabajando con baja densidad y podés fertilizar menos”, explica.
“En la medida que vas buscando rinde tal vez la densidad la podés mantener, pero tenés que empezar a trabajar con otras cuestiones: más fertilización, usar algún enraizador que de alguna manera estimule la planta, y si ya buscás los 10.000 kilos, ahí ya vas a trabajar con distintas densidades, sabiendo cuál es la genética y fertilizando acorde”, agrega.
“Porque no es solamente un tema de densidad”, insiste.
Desde hace unos años, el ingeniero empezó a poner énfasis en que hay que mirar toda la película y no sólo la foto. Porque la explosión que tuvo el maíz en el sur bonaerense, si bien empezó por el cambio en el manejo en referencia a la cantidad de plantas, se potenció a partir de la adaptabilidad que demostró el cultivo, a la evolución que fueron teniendo los híbridos y toda la ayuda que se le puede dar a la planta para que exprese todo lo que puede ofrecer.
“Son varias cosas las que juegan, y algo fundamental es conocer la genética. Hoy con ciertos híbridos se pueden sacar 10.000 kilos con 25.000 o 30.000 plantas, pero trabajás con esos materiales, que son los famosos macolladores a la ultra baja, es muy difícil que vayas a tener maíz seco aun sembrándolo temprano, para abril. Porque la planta se comporta de distinta manera”, indica.
“Pero podés trabajar con los materiales de doble espiga, que no te van a macollar y tienen el ciclo determinado. O si no te tenés que jugar con precoces sembrándolos un poco más tarde. Hoy se puede conjugar un juego distinto, pero es fundamental saber la genética por el tema de la humedad y saber cuándo lo vas a poder cosechar”, aclara.
El punto de partida, para cualquier estrategia, es el análisis de suelo. “Yo tengo que saber qué tengo, porque hablamos mucho de densidad, pero estamos echando nada en la línea y no estamos aportando nitrógeno”, advierte.
Profundidad de lote
El ingeniero repasa su celular y comparte una consulta que le había llegado un par de días antes. Un productor de Coronel Dorrego buscaba orientación para el manejo adecuado para poder cosechar el maíz los primeros días de abril. “Tenés que sembrarlo temprano, como primera medida, pero lo más importante y lo que te daría más estabilidad, es elegir el lote más profundo que tengas para poder acumular agua. Entonces, ante un faltante de lluvia, el suelo te puede dar el extra”, dice Gustavo.
“Si vos buscas 8.000 kilos en un suelo somero de Dorrego en abril, y más vale que te llueva bien en enero y principios de febrero, porque si no, se te cocina. Hay que hacer una siembra lógica”, aporta.
En lotes someros, con la tosca a 50 o 60 centímetros, la experiencia de Thiessen marca que la siembra ideal es de la primera semana de diciembre en adelante. “La floración te va a estar cayendo a fines de febrero. Entonces, cuando el cultivo tiene la máxima demanda de agua, la atmósfera ya viene mucho más tranquila en su demanda. Hay que evitar que coincidan las máximas demandas de la planta y de la de atmósfera, como ocurre los primeros días de enero, y muchos milímetros de agua pasan por planta y se van a la atmósfera”.
Si la elección son materiales precoces y la siembra se realiza tarde pasa a ser clave la fertilización. “En ese escenario no se puede especular con los nutrientes, porque el maíz no tiene que frenar. Desde que arranca hasta que termina tiene que venir a fondo, no tiene que faltarle”, aclara el ingeniero.
Y cuanto más tarde se haga la siembra, más preponderancia tiene el uso “de bacterias, solubilizadores, micronutrientes, hongos. En esas condiciones es cuando el maíz linealmente paga”, dice.
Un boom que no para
Al revisar las estadísticas de producción y de área sembrada apenas 15 años atrás se dimensiona lo que ha sido la revolución maicera en el sur de la provincia de Buenos Aires. Hasta 2006 la soja dominaba con holgura en lo que eran los cultivos de gruesa, de Tres Arroyos para abajo no se hacía maíz porque era totalmente errático. “El mapa cambio por completo. Ahora con el manejo de la densidad, con el conocimiento que tenemos de los híbridos, con el ingreso campaña tras campaña de nuevos materiales al mercado, de distintos ciclos, más el aporte que nos da tener noches frescas. El cultivo ha tenido una adaptación notable”, dice Thiessen.
A esas bondades del maíz hay que sumarle las complicaciones de los otros cultivos de verano: “Los problemas de malezas que generalmente tenemos en la zona, muy complejas para girasol o soja, en el maíz no son tal”. Y todo eso se le suma un precio que cada día se ve mejor.
La desventaja que tiene el maíz en esta región es que las siembras tardías liberan el lote muy tarde. “Eso hace que tengas que tener una espalda financiera ancha para bancar la cosecha hasta julio o agosto”, explica.
Otro punto a contemplar es que el maíz en baja densidad deja poca cobertura. Entonces, en los planteos en los que el cultivo va estar en la secuencia tres o cuatro años, es necesario generar cobertura.
“Lo que estamos haciendo es un boleo de avena o de un centeno, entonces para cuando se está entregando el maíz, el cultivo se está empezando a formar y así puedo competir con las malezas también”, indica el técnico. “Si cosecho en julio o agosto, me queda un colchón que después quemo”, explica.