Carlos “Cali” Mendiberri fue distinguido como Agricultor Pionero. Su abuelo y su padre fueron productores y él les trasmitió la pasión a sus tres hijos, y también el sentido de pertenencia por la Cooperativa de Cascallares
“Yo voy a seguir viniendo hasta que me digan que molesto”, les avisa Cali a sus tres hijos medio en chiste y medio en serio antes de subirse a su camioneta para irse de El Fortín, el campo que los Mendiberri trabajan hace casi 100 años.
Cali es Carlos Hugo Mendiberri, productor agropecuario de la zona de Cascallares y quien fuera distinguido como Agricultor Pionero en el marco de la 53ª Fiesta Provincial del Trigo.
Nieto e hijo de productores, Cali siempre supo que su pasión era el campo y su deseo poder vivir de su producción. Pero su relación directa con la actividad rural comenzó cuando tenía 26 años. Antes trabajó en el dique Paso las Piedras de Bahía Blanca, en un molino harinero y en una acería. Hasta que su padre, también llamado Carlos, tras el fallecimiento de sus hermanos le propuso trabajar en el campo. Cali no lo dudó y comenzó a escribir su historia como productor.
Lo primero que hizo fue asociarse a la Cooperativa de Cascallares, entidad que tuvo a su abuelo como uno de los fundadores y primer presidente. Su padre también la presidió, y él luego integraría el consejo. Cali empezó de cero y resultó vital el soporte de la cooperativa.
“Te apoyaba en los momentos difíciles, te financiaba, y así podías llegar a la cosecha. Pero además, cualquier problema que tenías ibas a hablar con el gerente y tenías apoyo siempre”, dice.
En esa época, con condiciones laborales, tecnológicas y económicas muy diferentes a las actuales, después de días de tractor y noches de insomnio, se fue afianzando como productor.
Cali se casó con Margarita Dannunzio (Bety) y tienen tres hijos, con quienes vivieron El Fortín. Y los tres desde chicos lo acompañaron con la misma pasión por producir, y con el tiempo se convirtieron en pilares fundamentales para el crecimiento de la empresa agropecuaria familiar.
Cali asegura que lo que más aprendió de su padre fue la decencia y la sencillez, valores que él también les inculcó a sus hijos. Y ellos heredaron el amor por el campo. Por eso se fueron sumando, cada uno a su tiempo y para cumplir un rol determinado, a la empresa familiar. “Matías desde los 7 años andaba en el tractor, lo de él eran las máquinas. Sebastián estaba más con los animales. Y Carlos María salió agrónomo”, indica Cali.
No esconde que le causa felicidad que los tres hayan decidido seguir sus pasos, aunque aclara que él no le impuso nada a ninguno. “Somos una familia de campo, es un modo de vida. No me imagino un día sin el campo”, resume con satisfacción.