De familia ganadera, inició la cabaña hace menos de dos décadas con tres vacas Angus de pedigree y este año logró el Gran Campeón del Centenario con un toro colorado que volverá a competir en Palermo. “Lo que comenzó como un hobby se convirtió en un negocio familiar. Sin descuidar los negros, buscamos lograr el biotipo colorado que necesita el ganadero argentino”, afirma Alfredo Bellocq, de Santa Rosa
La exposición Rural de Palermo reabrió sus puertas luego de tres años y cada raza presenta lo mejor de sus reproductores de excelencia. En las filas de Angus, las más nutridas con 380 animales inscriptos, estará Mateo, el toro colorado de casi tres años que en mayo se convirtió en Gran Campeón del Centenario y que ahora buscará revalidar el título, antes de su retiro de las pistas.
Su propietario, el MV Alfredo Bellocq, titular de la cabaña San Rosa, contó su historia personal y la de la firma que lidera junto a su socio, Javier Morales, además de explicar los objetivos del trabajo genético que desarrollan.
“Viví toda la vida en mi pueblo, Indio Rico, en el partido de Pringles, estudié veterinaria, en Tandil, y cuando me recibí en 1993 volví para dedicarme a la profesión y hacerme cargo del campo familiar”, recordó Bellocq.
De este modo, su trabajo como asesor en reproducción se combinó con el manejo del establecimiento ganadero de 700 ha. “La zona es mayormente mixta, pero el nuestro es un buen campo ganadero. Mi abuelo comenzó a hacer ciclo completo, lo siguió mi padre y luego yo. Cuando me tocó, empecé a hacer más cría porque el clima no nos acompañaba, pero siempre Angus”, contó.
Cómo comenzó la cabaña
Si bien el gusto por la genética lo fue adquiriendo desde chico, el ingreso al mundo del pedigree llegó casi de casualidad, en 2004, con la participación en un remate de liquidación de una cabaña cercana a su pueblo. “Compramos tres vacas y ahí empezamos a trabajar en pedigree, que es apasionante”, afirmó.
Para la nueva aventura necesitaba un socio y surgió la idea de sumarlo a Morales, productor ganadero y distribuidor de productos veterinarios de Mar del Plata, a quien Bellocq le manejaba el campo desde hacía tiempo. “Cuando compré las vacas le propuse hacer una sociedad y gracias a Dios seguimos juntos, es una persona excelente y hoy por hoy es un hermano más”, subrayó.
En 2005, adquirieron otra hembra e iniciaron la tarea de multiplicar esas vacas, mediante transferencia embrionaria e inseminación.
Si bien la cabaña comenzó más como un hobby que como una unidad de negocios, manejada con una estructura familiar a la que fueron sumándose la esposa y los hijos de Bellocq, el emprendimiento comenzó a crecer. De a poco fueron aumentando las ventas y lo obtenido se reinvirtió en mejoras de todo tipo: transferencia de embriones, fecundaciones in vitro, alimentación y maquinaria, entre otras.
Hoy Santa Rosa tiene un plantel de 250 vacas de pedigree, con mucha presión de selección, y siguen clasificando a las donantes de embriones.
“El foco está puesto en la producción, en lograr un biotipo bien comercial, que le sirva al ganadero”, reveló. Y detalló que “la idea es hacer población, rodeos uniformes, establecer las características raciales y trabajar en la ganancia de peso, en el tamaño, en las ubres y las pezuñas, entre otras características”.
Este trabajo lo realiza con su hijo Maximiliano. “Tiene más ojo que yo, más visión. Yo tengo experiencia, pero él sabe mucho de genética, estudia el caso americano y el nacional, sabe de pedigree, y entre los dos tratamos de resolver qué servicio podemos dar a tal vientre”, reveló, destacando que “la idea es que el que te compra un animal vuelva, eso quiere decir que le sirve. Es un reconocimiento mayor que el de los premios”.
Con el tiempo fueron logrando que los centros de inseminación los tuvieran en cuenta. “Tenemos 11 toros en diferentes centros de la Argentina. Eso nos ayuda desde la promoción. Además, cuando ponen el ojo en un ejemplar, quiere decir que vamos por el camino correcto”, consideró.
La llegada a las pistas
Volviendo un poco en el tiempo, Bellocq contó cómo, con unos pocos años de trabajo, comenzaron a mostrarse entre la elite de la genética. Llegaron a Palermo en 2008 con el toro RP 1, es decir el primero inscripto en los registros de la Sociedad Rural Argentina. El debut fue un éxito: “Sacamos el 1° premio en la categoría Junior”, recordó.
De ahí, no pararon. El segundo año lograron un Reservado Campeón y continuaron yendo a exposiciones nacionales y regionales, como las del circuito Angus bonaerense.
En ese marco, uno de los segmentos en que se destaca la cabaña es en la competencia por lotes. “Nos gusta participar en el concurso de tríos porque uno muestra uniformidad, no se trata de que contamos con un solo ejemplar sobresaliente. Y siempre nos ha ido bien, hemos sacado grandes campeones en diferentes exposiciones”, aseveró.
En cuanto a los premios individuales, “hemos logrado el tercer mejor ternero de Palermo, reservados y grandes campeones en alguna nacional Angus, y este año alcanzamos el mayor logro en la Exposición del Centenario”.
A Bellocq todavía se le nota la alegría de este último triunfo por lo que significó el evento para la raza y para el proyecto propio de la cabaña. “La Asociación hizo todo bárbaro para que fuera un gran festejo. Nosotros llevamos tres lotes y los tres fueron campeones, de acuerdo a sus categorías y edades. También sacamos un tercer mejor ternero intermedio, un tercer dos años colorado, y se nos dio el premio mayor con el toro, el Gran Campeón Colorado, que finalmente terminó siendo el Campeón Supremo de la Exposición”, reseñó aún emocionado.
Mateo, el toro campeón y la apuesta a los colorados
Para Bellocq, el surgimiento de Mateo no fue espontáneo. “Cuando se trabaja en la conformación de poblaciones aparecen individuos superiores, como en este caso”, planteó, en relación al toro que en septiembre cumplirá tres años y fue llamado así por su primer nieto.
El criador define al toro como moderado, muy equilibrado y balanceado en todas sus líneas, al que “no le encontrás ningún defecto”. Además, es “muy ancho, de mucha estructura, linda cabeza, muy buena circunferencia escrotal. Es suelto, ágil, pesa 1.000 kg y se mueve como un ternero”, destacó.
La madre es una vaca donante de la cabaña “la más importante que tenemos, en colorado”, subrayó. Se trata de una hembra que dio varios toros que ya están en diferentes centros de inseminación. “Combinada con cualquier genética, la vaca te responde, nos da un montón, con todo lo que le ponemos siempre es mejoradora”, aseguró Bellocq.
Esta exposición de Palermo será la última para Mateo, luego irá a un centro de inseminación importante. “Hay mucha demanda de semen de ese toro, ya hicimos colecta, desde mediados de octubre hasta febrero estuvo en el centro y ya se agotó el stock. La idea es que después de la jura vaya directo al centro”, adelantó y resaltó: “Creo que a futuro será un padre importante para la raza, principalmente en colorado”.
Y eso tampoco es casual porque la cabaña trata de hacer una apuesta fuerte a los colorados, donde ven una oportunidad de negocios por la menor cantidad de ejemplares con ese pelaje. “Hoy se hace difícil hacer padres colorados. Por ejemplo, en Canadá hay bastantes, pero no es el tipo de animal que necesitamos en la Argentina. Y hay cabañas que trabajan para lograr un biotipo comercial, pero es difícil conseguir padres porque siempre terminamos con los mismos toros, el mismo pedigree”, advirtió.
Por eso, en Santa Rosa tratan de crecer en ese segmento, pero “sin descuidar los negros”, aclaró Bellocq.
La cabaña vende alrededor de 150 toros por año, en tres remates propios: en Lobos, en Benito Juárez (en conjunto con una cabaña Hereford), y en Tres Arroyos, a principios de septiembre. Ahí es donde llevan más cantidad de ejemplares de pedigree, entre vaquillonas y toros, además de reproductores generales. En este último también participan criadores que utilizan toros de genética Santa Rosa, con madres, vacas, terneros, con lo que se juntan alrededor de 400 vientres.
Una cabaña que comenzó casi como un pasatiempo, se terminó convirtiendo en verdadero negocio familiar: su esposa, Liliana, lleva los números de la cabaña; su hija Agustina, futura contadora, se ocupa del marketing; y sus dos hijos Ezequiel y Maximiliano, ambos veterinarios, están en el día a día de los animales.
“Para mí siempre fue una pasión, cuando estudiaba ya pensaba en comprar genética e iniciar algo, pero nunca imaginé llegar a esta instancia. Y con toda la familia aportando su granito de arena para ir para adelante, no puedo más que sentirme orgulloso”, finalizó.
Por Liliana Rosenstein y Marcos López Arriazu / Valor Carne