La falta de agua tuvo efectos negativos directos sobre la evolución de los cultivos implantados e impidió las siembras de maíz en septiembre, la mejor ventana de siembra
La sequía no solamente ha tenido efectos negativos directos sobre la evolución de los cultivos ya implantados y sus rendimientos, sino que también ha impedido las siembras de maíz durante septiembre, la mejor ventana de siembra para obtener alto potencial de rendimiento, y también para la soja de primera.
Toda esta demora en las siembras implica menores rindes proyectados; en el caso del maíz de siembra temprana, que ya no se ha podido concretar, los rindes con respecto a los de siembra tardía o de segunda son 4.000 kilos por hectárea menos.
La soja
Como es un cultivo que responde al fotoperíodo, en el caso de la soja cada semana de atraso en su siembra implica menores rindes potenciales a cosecha.
La primera baja se produjo en la cosecha de trigo, cuando no se pudieron sembrar un millón de hectáreas por falta de humedad en los suelos, el equivalente a 4 millones de toneladas.
Las pérdidas siguieron con la peor sequía de los últimos años (durante cinco meses), que afectó a los cultivos que se pudieron sembrar y las sucesivas heladas durante los últimos 60 días, con pérdidas estimadas por un total de 6 millones de toneladas.
En total, la producción triguera se habría reducido en 10 millones de toneladas -de 22,5 millones a 12,5 millones de toneladas- lo que estaría provocando una baja del saldo exportable de 15 a 6 millones de toneladas.
Desde noviembre hasta febrero son meses que estarán influenciados por la fuerte caída en la producción de trigo y su impacto directo sobre el menor saldo exportable, que se proyecta en 6 millones de toneladas, el volumen de exportaciones más bajo desde el 2016.
El trigo
El principal impacto de la menor producción de trigo se sentirá también en la fuerte caída en el volumen de oferta en el momento de la cosecha, y lo que es más relevante aun en la actitud de los productores.
Por cierto, terminada la cosecha y a partir del mismo 1° de enero, los productores se van a “sentar” sobre el trigo y tendrán 10 meses por delante para evaluar cómo y cuándo vender.
Por lo pronto, 2023 será el año de los molinos, y en este sentido se prevé una campaña muy ajustada con fuerte tensión entre la necesidad de compras de los molinos y el momento de venta por parte de los productores.
El maíz
El atraso en la siembra de maíz temprano y la suspensión de las siembras provocarán un diferimiento de la superficie a sembrar, pudiendo parte volcarse a maíces de siembra tardía o de segunda, y parte a una mayor superficie de soja.
Todavía no está claro cuánto de este maíz temprano que no se ha podido sembrar irá a siembras de maíz tardío y cuanto irán a soja.
Lo que sí es un hecho es que el ingreso del maíz de cosecha temprana (entre febrero y marzo) se verá atrasado por la caída en las siembras tempranas.
De esta forma podremos ver un corrimiento de los meses de la cosecha, reforzando ahora el ingreso de la cosecha de maíz tardío, a partir de junio y julio.
Habrá un cambio en el patrón de comercialización del maíz argentino, más preponderante ahora en los meses de ingreso del cereal tardío.
Este es otro factor de firmeza para los precios del maíz durante los primeros meses del año comercial: febrero y marzo.
Se está proyectando un volumen de producción de maíz 2023 de 46 millones de toneladas, contra la producción 2022 que llegó a 51,5 millones de toneladas.
De la misma forma, el saldo exportable se verá reducido de 35 millones de toneladas (en 2022) a 30 millones de toneladas (2023).
Podemos asumir que parte de las existencias de maíz 2022 que todavía tiene la exportación podrán volcarse como oferta de maíz para la nueva cosecha.
El ingreso de divisas del maíz se verá reducido en U$S 1.150 millones, proyectando un total anual 2023 de u$s 9.000 millones contra los u$s 10.150 de divisas ingresadas en 2022.
Tendremos un fin de año con altas dosis de incertidumbre económica, mucha volatilidad en los mercados, al igual que durante el primer trimestre del 2023.
La caída proyectada en el ingreso de divisas para finales de 2022 y primer trimestre de 2023 podrá presionar al Gobierno a una devaluación controlada durante algún momento del verano.
Por Pablo Adreani, analista de mercados / Especial CAMPO total y AgroVoz