El fitopatólogo del INTA Bordenave fue distinguido con la Espiga de Oro. Hace más de dos décadas trabaja en la caracterización de las principales enfermedades que afectan el trigo
Con mucha amabilidad y el viento característico del sudoeste de fondo, el ingeniero Pablo Campos acepta la charla con La Voz del Pueblo. Está saliendo del vivero experimental del INTA Bordenave, su lugar en el mundo desde 1994. El fitopatólogo trabaja hace más de dos décadas en la caracterización de las royas, y sus investigaciones y trayectoria hicieron que sus colegas del Centro Regional de Ingenieros Agrónomos de Tres Arroyos lo distinguieran con la Espiga de Oro en esta nueva edición de la Fiesta Provincial del Trigo.
Nacido en San Isidro hace 56 años, mudado a Córdoba en la adolescencia, Pablo terminó desarrollando su carrera profesional en el INTA Bordenave y convirtiéndose en un referente respetado -y querido por sus colegas-. “La Espiga de Oro es un premio muy valorado en el ámbito académico y tiene mucho valor porque los que votan para la elección son los colegas”, expresa con satisfacción.
“Y tengo que agradecer al personal de apoyo y técnico que trabaja en nuestra área así como a INTA, ya que permite realizar el trabajo en un ambiente de creatividad y libertad”, agrega.
Las sierras
Además del apellido, a Pablo y el campo lo unen las vivencias de la infancia. “Si bien yo nací en Buenos Aires, toda mi familia es de Córdoba. Y mis vacaciones siempre fueron en el campito que mis abuelos tenían en las sierras. Ese era mi contacto con el campo y lo que me incentivó para elegir esta profesión”, cuenta el ingeniero recibido en la Universidad Nacional de Córdoba y que desde que se mudó al sudoeste bonaerense se instaló en Darregueira, localidad en la que junto a su esposa Marita crió a Violeta y Alma.
“Me recibí en 1992 y en 1994 ingresé como becario a INTA Bordenave, donde estoy actualmente. Hice toda la carrera de becario, luego entré a planta permanente de INTA y hace casi 30 años que trabajo en investigación. Hice un post grado en La Plata y varias capacitaciones en el exterior”, cuenta resumiendo el camino que transitó para forjar su carrera de investigador.
Las royas
“Llevó más de 20 años trabajando en royas. Básicamente es un trabajo integral, no sólo del control químico de la enfermedad, sino de la caracterización de las poblaciones. Hay tres royas importantes en la Argentina, y es un hongo que tiene la característica de cambiar razas. A parecen royas nuevas y eso genera que la resistencia que tienen muchos cultivares dejan de ser efectivos y pasan a ser susceptibles”, explica.
“Nuestro trabajo es identificar todos los años las razas que están presentes, para eso hacemos monitoreos por todo el país, tomando muestras y evaluando el cultivar. Eso nos permite saber si hay cambios en la población e identificamos las razas en nuestro laboratorio. Así tenemos una radiografía del país por raza y por cultivar. E identificamos qué material es susceptible y cuál resistente. Esa información se distribuye todos los años a los colegas, asesores, productores y a los grupos de mejoramiento de INTA y de criaderos privados”, cuenta el ingeniero.
“Teniendo en cuenta que la principal forma de manejo de las royas en trigo es con genética, es necesario que un cultivar cuando sea liberado al mercado tenga características de buena resistencia a estas enfermedades. La principal herramienta que tiene el productor contra las royas es sembrar materiales resistentes”, indica.
“Sembrar una variedad susceptible complica mucho el manejo y conlleva más gastos por el uso de fungicidas”, agrega el actual responsable del área Fitopatología de la Experimental de Bordenave y Jefe de grupo de Manejo de Suelos y Cultivos. Además, Campos participa como referente de enfermedades en el comité de cereales invernales de la CONASE (INASE) y en diferentes proyectos nacionales e internacionales.
“También trabajo en el programa de prebreeding que tiene que ver con la identificación de nuevas fuentes de resistencia o genes que son efectivos en las razas que estén presentes de manera de generar materiales con buen comportamiento”, dice. “El objetivo de todas nuestras líneas de investigación y programas está enfocado a lograr la resistencia para que sea menor la necesidad del uso de agroquímicos. Ese el objetivo final de todo esto”, sintetiza.
El desafío
En 2017 se produjo un quiebre en la situación sanitaria del trigo: la irrupción virulenta de la roya amarilla. “identificamos a través de un proyecto que teníamos con investigadores del exterior que eran razas introducidas de Europa o del norte de Africa, que no sabemos cómo llegaron, pero que afectaron muchos genes de resistencia y una gran cantidad de cultivares pasaron de ser resistentes a ser absolutamente susceptibles”, recuerda.
“Para nosotros la roya amarilla hasta ahí era una curiosidad, desde ese momento se convirtió en la principal enfermedad del trigo”, explica. “Pudimos identificar qué raza eran y empezamos a trabajar. Básicamente tenemos todos los cañones apuntados a la roya amarilla o estriada. Y el desafío es liberar como primera opción materiales resistentes. Recién ahora están llegando al final del ciclo de mejoramiento materiales que son enfocados a lo que es la resistencia a la roya amarilla”, agrega Pablo, quien recibirá la Espiga de Oro esta tarde durante el desfile oficial.