El adiós a un productor al que le corría lana por las venas

A los 92 años se despidió para siempre Raúl Carlos Muda, integrante de una familia que fue sinónimo de ovejas y fundador de La Juanita, una de las cabañas ovinas más prestigiosas de la región. Uno de sus mayores logros fue haberles trasmitido su pasión lanar a su hijo y a su nieto

 

“Al campo voy casi todos las tardes, no tendría necesidad de ir porque ellos hace rato que se encargan de todo, pero me entretengo. Sigo encima del lanar”, le contó Raúl Carlos Muda hace casi una década a LA VOZ DEL PUEBLO en lo que fue la charla previa a uno de los remates que todas las primaveras daba con sus carneros y borregas de La Juanita en el marco de la Exposición Rural de Tres Arroyos. Como siempre que daba remates, esa tarde se volvió a su casa con la satisfacción de haber vendido todas sus ovejas y valores superiores a los de mercado.

Como buen Muda, Raúl era sinónimo de lanares. Y la pasión no sólo estaba apoyada en la pata comercial, era una cuestión afectiva y de familia.

Tras atravesar una larga enfermedad, Raúl ayer se despidió para siempre. Tenía 92 años y la vocación intacta. “El interés por las ovejas nunca lo perdió. Escuchaba lo que uno le contaba y prestaba mucha atención”, recuerda Diego, el nieto que siguió los pasos de él y su papá y está a cargo hoy de la majada.

“Es muy lindo y a uno le genera mucha satisfacción que estemos los tres trabajando con las ovejas”, había dicho Raúl en otra de las charlas con este diario mientras se sacaba la foto que ilustra esta nota en su memoria, dejando en claro que el hecho de que su hijo Carlos y su nieto hayan seguido dándole vida a La Juanita era un logro muy preciado.

La Primavera

La relación entre Raúl y las ovejas comenzó desde que nació, ya que su padre había empezado con la cría de carneros en el amanecer de la década del 20. Y así lo recordó en otra de las notas: “Yo terminé sexto año y me fui al campo, aunque desde mucho antes estuve con las ovejas, porque mi padre empezó con una cabaña en 1921, llamada La Primavera. Y les tomás cariño. En el ‘45 con mi papá y mis hermanos empezamos a trabajar con lanares y la agricultura. Y para que te des una idea de lo que era en esa época, hubo un momento que la venta de los carneros nos daba más que la siembra de 300 hectáreas de trigo”.

La Juanita

La sociedad familiar se disolvió en 1970, cuando los tres hermanos empezaron a trabajar en forma independiente. Así fue que Raúl fundó La Juanita, en San Mayol, en el pedazo de campo que le tocó. Su hermano Juan Pedro quedó en La Primavera e inició El Carrizal, otra cabaña que hizo historia entre los lanares.

En La Juanita, en las mejores épocas de la oveja, Raúl llegó a tener unos 1200 lanares y participar de las tradicionales exposiciones de la zona (Bahía Blanca, Coronel Dorrego y Tres Arroyos) con 40 ejemplares. “Los comienzos fueron con Lincoln, actualmente estamos con Corriedale, que es una lana más fina. Le dicen doble propósito porque anda bien para el cordero y la lana”, explicó alguna vez.

Una foto de 2005 de las tres generaciones de los Muda con los carneros en La Juanita: Diego, Carlos y Raúl

Desde el inicio, don Muda tuvo una ayuda de lujo, la de su hijo Carlos. “El anda conmigo por las exposiciones desde que era chico. Y por suerte después a él le pasó lo mismo con su hijo”, refiriéndose a Diego, la tercera generación Muda que moldeó los lanares de La Juanita.

Con el paso de los años, la oveja fue perdiendo terreno y la agricultura ganó rentabilidad y hectáreas. Sin embargo, los Muda siempre se preocuparon por mantener sus carneros y borregas. Y hasta hace algunos años realizaron su tradicional remate de primavera en el marco de la Exposición Rural de Tres Arroyos.

“Tenemos muy poca venta particular porque los clientes ya se acostumbraron al remate. Nosotros trabajamos fuerte para los meses de septiembre y octubre, porque entre las exposiciones y la subasta, a la que vienen compradores de muchos partidos de la provincia de Buenos Aires y también de La Pampa, vendemos toda la producción del año”, explicó don Raúl en la previa de otra de las ventas de su cabaña.

La recompensa al esfuerzo de cada año y al tiempo dedicado a los carneros se tradujo siempre en premios en las exposiciones y en buenos precios a la hora de las ventas. “Ganar un premio en una exposición es como para un piloto terminar primero en una carrera: una enorme satisfacción”, graficó.

El legado

Ya cuando la enfermedad lo tenía arrinconado, las visitas al campo se hicieron mucho más espaciadas. Pero también muy especiales. “Era digno de ver: cuando mi viejo lo llevaba a dar una vuelta, él enseguida distinguía alguna oveja con algún problema”, cuenta Diego. “Yo aprendí mucho de él”, agrega.

Si bien en La Juanita ya no funciona la cabaña, las ovejas siguen firmes: los Muda mantienen el plantel para venta de corderos. Aunque en realidad, el negocio en este caso es secundario, la cría de lanares en ese campo pasa por otro lado. “Por supuesto que va más allá de lo económico. Las ovejas son como un legado”, dice Diego.

Esa frase es el mejor homenaje para su abuelo Raúl.

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