Después de 44 años de trabajo, el último miércoles, el día que cumplió 67, el jefe de laboratorio de análisis de granos de la Cooperativa de Cascallares se retiró. Un paseo por la vida de un tipo simple que ocupó durante décadas un puesto clave y logró el respeto y el cariño de todos
El miércoles, como todas las mañanas, Alberto desandó los casi 30 kilómetros que separan Tres Arroyos de Cascallares y apenas pasadas las siete ingresó a la planta de acopio. Esta vez traía una pasta frola para compartir con sus compañeros y compañeras, y también una sensación rara que era generada por una mezcla de sentimientos. Era un día muy especial: el de su cumpleaños número 67 y también el último como jefe de laboratorio de análisis de granos de la cooperativa. Después de más de cuatro décadas de tarea, Tucci había decidido retirarse.
“Se va extrañar el día a día, los compañeros, el contacto con la gente del pueblo, pero fue una decisión mía. Para mí es una misión cumplida”, le dice a La Voz del Pueblo un par de horas después, sentado en su escritorio, en el arranque de una charla en la que le costará dominar la emoción. Antes había preparado el mate y había cortado varias porciones de pasta frola para amenizar la conversación. Un gesto simple pero que pinta un poco su manera de ser.
Alberto transcurrió 44 de sus 67 años como colaborador de la Cooperativa de Cascallares. Y si bien se había jubilado cuando cumplió los 65, decidió seguir un poco más. “Mi idea en el momento que me jubilo, en mayo, fue seguir e irme una vez terminada la cosecha fina. Pero Jorge Duchosal me pidió que siguiera, y así fue pasando después de que terminaba una cosecha y fui postergando el retiro hasta hoy”, cuenta.
Una vez finalizada la última cosecha fina, Tucci entendió que esta vez sí había llegado el fin de ciclo, y así lo asumió, entonces, pese al pedido de que continuara, terminó concretando su retiro. “Arreglé trabajar hasta el 31 de mayo, la fecha de mi cumpleaños. Y acá estamos, en mi último día”.
Perito
Alberto se crió en la tercera cuadra de Hipólito Yrigoyen, a nada del Colegio Jesús Adolescente, sin embargo la secundaria la hizo en el Colegio Nacional. Una vez recibido realizó el curso de perito en granos y junto a su amigo Mario Grondona puso una escuela para preparar a otros jóvenes para dar el examen perital. Pasado un par de años, y con la idea de siempre ir por más, no dudó en mandar el currículum a Cooperativas Unidas tal lo indicaba un aviso en La Voz del Pueblo en el que se pedía por un perito en granos.
Un domingo, tres semanas después, le tocaron el timbre de la casa y luego de hacerle algunas preguntas referidas a su experiencia y capacidades, el inesperado visitante le ofreció trabajar en la Cooperativa de Cascallares. Satisfecho con las condiciones que le ofertaban, entre ellas era que lo iban a llevar y traer todos los días, y dispuesto a dar el sí, antes quiso saber con quién estaba cerrando el trato. “Soy el gerente, Jorge Duchosal”, recuerda que le dijo. “Yo la verdad es que me sorprendí, porque era joven, y en esa época los gerentes eran gente mayor, y porque me había ido a buscar a mi casa un domingo”, cuenta Alberto.
Vaya si fue especial esa visita un domingo que terminaría marcando la vida de Tucci. Al día siguiente ya fue a Cascallares y empezó a trabajar. Rutina que cumpliría los próximos 44 años.
Lo sorprendió la manera en que fue contratado, pero más sorpresivo fue para él cruzarse un par de días después, ya trabajando, con el presidente de la cooperativa. “Arranqué y nadie me conocía, y yo tampoco conocía a nadie. En realidad eso creía, porque cuando me fueron a presentar al presidente, me di cuenta que era Carlos Mendiberri, que me conocía de chiquito porque éramos casi vecinos. Y yo era muy amigo además de su hijo Cali. Eso me dio mucha tranquilidad y empezar a sentir todo como una familia”.
Los inicios de Alberto, en 1979, eran tiempos de la Junta Nacional de Granos, que exigía que las cooperativas tuvieran peritos para muestrear cada camión que ingresaba a sus plantas. “La muestra se guardaba en un sobre, se lacraba y se enviaba a la Junta que era la que hacía los análisis, por eso la cooperativa no tenía laboratorio. Hasta que salió una ley que modificó las reglas, y las cooperativas tuvieron que empezar a hacerse cargo de los análisis de los cereales, mientras que el de las oleaginosas los seguía haciendo la Junta”.
Así, la cooperativa armó su primer laboratorio, que en aquellos años funcionó en las oficinas de la sede central. Una vez disuelta la Junta, también debió encargarse la entidad del análisis del lino y girasol, las oleaginosas que se sembraban en esos años. Entonces, el laboratorio se mudó a la planta de acopio y agrandó su capacidad.
De menos a más
“Cuando yo arranqué la cooperativa sólo tenía la planta de Cascallares, que estaba compuesta por los silos de hormigón, que tienen una capacidad de 13.000 toneladas, y otra plantita con cuatro silos de 750 toneladas, y tenía también unos galpones en los que se acopiaba el lino, que se sembraba mucho en esos años”, recuerda Alberto. Trigo, lino y avena en fina, poco girasol, menos maíz, y nada de soja, que todavía no había desembarcado en la zona, componían la paleta de granos que acopiaba la cooperativa y debía controlar y acondicionar Tucci.
Con el paso de los años, la cooperativa fue creciendo y el trabajo y la responsabilidad de Alberto también. “Primero se sumó lo que era la Cooperativa La Pampa, y además de hacerse cargo Cascallares de la planta ubicada en El Carretero, la amplió; y ya más reciente sumó las instalaciones de Agro El Carretero en esa misma ubicación. Más las instalaciones de Barrow”, cuenta.
“Sumale la gran ampliación que se hizo en Cascallares, que hoy tiene siete plantas. Nada que ver de cuándo yo empecé, fue mucho el crecimiento”, agrega.
“Mi función era estar a cargo de todo el acopio, era el responsable de toda la mercadería que ingresaba a la cooperativa en todas sus plantas”, completa.
También la actividad del acopio sufrió variaciones, se fue tecnificando y los molinos compradores, en el caso del trigo, también fueron sumando más exigencias a la hora de pedir mercadería. “Con las nuevas exigencias que fueron surgiendo se empezó a distribuir la mercadería según calidades, entonces, después a la hora de entregar, se hace una mezcla para que el camión termine entregando lo que el cliente te pide”, describe.
En el caso de los granos que van a exportaciones, “los requerimientos son bastante estándar, es más simple el acondicionamiento”, dice Alberto.
El pico de trabajo siempre fue la cosecha fina, lo que cambió fue la duración. Décadas atrás la trilla se extendía hasta casi dos meses, ahora si el tiempo acompaña puede completarse en dos semanas. “Lo que no se modificó es que en tiempos de cosecha uno tiene que trabajar todos los días, no hay Navidad, Año Nuevo, ni nada. Al principio me costaba eso, después me acostumbré”.
También debieron acostumbrarse su esposa Graciela, con quien lleva más de 35 años de matrimonio, y luego sus dos hijos, Leonardo y Yesica. Sus pilares para poder construir la larga y respetada trayectoria en Cascallares.
“Nunca lo hubiera imaginado”, dice cuando se lo consulta si podía pensar que la cooperativa iba a lograr la evolución lo que tuvo en estos 44 años. “En realidad la cooperativa desde que yo ingresé nunca ha dejado de crecer. Siempre está en crecimiento”, asegura.
Y redobla la apuesta, “tampoco el pueblo ha dejado de mejorar. Porque gracias a la cooperativa hoy Cascallares tiene asfalto, agua, gas, no tiene nada que ver con el pueblo que yo conocí cuando empecé. La cooperativa siempre ha hecho una contribución muy importante para que el pueblo mejore”.
Somos familia
Al margen de lo que fue su recorrido laboral, Alberto quiere tomarse unos minutos para contar lo que significó trabajar tanto tiempo en un lugar en el que se sintió “recontra cómodo”. “Esto es como una familia, y lo digo tanto por la cooperativa como por toda la gente de Cascallares. Yo cuando vine no conocía a nadie y hoy después de todos estos años tengo relación con muchísima gente, y siempre me he llevado bien con todos. Por eso digo que estoy conforme con lo que fue mi camino, más que nada por la parte humana”.
Y a la hora de los agradecimientos, si bien siente gratitud hacia los directivos, los socios y los compañeros que tuvo, desde aquel día que lo fue a buscar, siempre mantuvo una gran relación con Duchosal. “A él le agradezco especialmente, porque fue quien me trajo acá, y después siempre me tuvo confianza”.
La gratitud es recíproca, así quedó en evidencia el martes pasado, cuando directivos, socios y empleados de la cooperativa participaron de una cena de despedida para Alberto. El presidente Alejandro Albertsen brindó un breve pero sentido discurso: “Más más allá de despedir a un gran colaborador de la cooperativa, que por su tarea ha sido un pilar muy importante para nuestra institución, estamos despidiendo a una gran persona. Por su seriedad, honestidad y compromiso por el trabajo, ha sido un ejemplo y ha sabido ganarse el respeto de todos”.
“Fue una muy linda noche, muy emocionante”, reconoce Tucci con la mirada empañada.
Entonces, hace un poco de silencio, piensa, y dice: “Fueron 44 años y pasó (hace un chasquido con los dedos para indicar que fue todo muy rápido)… Es como que a uno ya le queda poco en el carretel, entonces hay que ocupar el tiempo en otra cosa y disfrutar”, dice. “Claro que el recuerdo de todo esto va a estar siempre”, aclara.
Misión cumplida (con mucho éxito) para Alberto.