El escenario húmedo que se avecina levanta alertas en el control de enfermedades fúngicas. En un taller de UPL realizado en Mar del Plata se hizo hincapié en por qué es fundamental tratar las semillas y recurrir a fungicidas mezcla o multisitio
Los pronósticos de año Niño hacen prever una campaña con alta presión de enfermedades fúngicas. El complejo que afecta al trigo y la cebada tiene como principales hospedantes a las semillas y los rastrojos que, en un escenario de lluvias, ganarán protagonismo.
Mientras comienzan a aparecer las primeras afectaciones, UPL Argentina convocó a un taller de manejo de enfermedades en trigo y cebada que fue coordinado por el fitopatólogo de la FAUBA, Marcelo Carmona, y se realizó en Mar del Plata.
“Hoy la resistencia de los hongos a los fungicidas es un desafío para la agricultura mundial y especialmente para la seguridad alimentaria. Han comenzado a aparecer individuos resistentes a los fungicidas actuales que ocasionan pérdidas de eficacia en el control y, muchas veces, aplicaciones innecesarias”, recordó Carmona.
Este desafío de la agricultura mundial que nos enfrenta a la resistencia de hongos a fungicidas obliga, tanto a productores como a la industria química, a repensar estrategias. Se invierten entre 200 y 300 millones dólares cada vez que sale una molécula nueva y cada año se encuentran dos a tres patógenos resistentes. El lanzamiento de una nueva solución debe contemplar la inclusión de cepas resistentes y la necesidad de extender la vida útil de los fungicidas que siguen siendo efectivos. Para esto hay que pensar en tecnologías mixtas o la utilización de multisitios.
“Los mecanismos de acción de los fungicidas son bien diferentes. Están los que actúan en un sitio único de acción -afectan a la célula fúngica en un lugar único de todo el proceso metabólico-. Y, por el contrario, hay fungicidas multisitio que actúan en varios sitios de acción simultáneamente, destruyendo la célula fúngica. Obviamente, los primeros son más vulnerables a que los patógenos se tornen resistentes. Algunos fungicidas han desarrollado resistencia en un período tan corto como dos años y casi el 98% de los casos de resistencia se deben a la utilización o mala utilización de los fungicidas unisitio”, desarrolló Carmona.
Para el especialista, los productores deben aprender a usar moléculas que sean preventivas y curativas. “Una vez que el hongo está, la eficiencia del fungicida disminuye. Llegar tarde es desperdiciar los mejores atributos que tiene un fungicida”, dijo y especificó que mientras estrobirulinas, carboxamidas y multisitios tienen acción preventiva, triazoles y bencimidazoles tienen acciones curativas.
“La combinación de fungicidas con bioestimulantes es ideal en la medida en que se conoce en profundidad los productos. Hay que llegar a tiempo. Hay que trabajar sobre la defensa extraordinaria que tiene la planta”, expresó Carmona.
Por los lotes
Juan Cruz Tibaldi es miembro del staff técnico de Aapresid y en el taller organizado por UPL presentó un relevamiento realizado sobre 400 productores que representan 1.674.850 hectáreas. Al referirse a la campaña triguera 21/22, los consultados sostuvieron que las principales enfermedades detectadas fueron roya amarilla, roya anaranjada y luego las manchas. Por su parte, los fungicidas más utilizados fueron la doble mezcla con triazoles y estrobirulinas, y luego mezclas con carboxamidas. En el nodo sur, la roya amarilla se llevó el 50% de las respuestas como principal enfermedad. En esa campaña, los productores también detectaron un crecimiento en la presencia de mancha amarilla respecto del ciclo anterior. A su vez, el uso de carboxamidas creció a nivel nacional y pasó del 17,6% al 26%. En el sudeste de Buenos Aires, el rango fue de 35,9% a 37,9%.
Al ser consultados sobre la disminución en la eficacia de control de los fungicidas sobre algún patógeno, el 42% de los productores respondió que no detectó y el 48% dijo no estar seguro. En tanto, la problemática de manejo de enfermedades fue identificada especialmente en trigo y la pérdida de eficacia se vio en las mezclas dobles.
En un repaso rápido por las principales enfermedades que afectan a la cebada, en el taller también fue destacado el carbón volador, así como la mancha borrosa o marrón, la escaldadura -en siembras tempranas y variedades susceptibles- y ramularia, que tiene muchos años viviendo con el cultivo y es una enfermedad que se manifiesta en situaciones de anegamiento y lluvias mayores al promedio entre agosto y septiembre.
Sobre mancha en red y carbón volador, “si hago bien las cosas en la semilla puedo eliminar el patógeno”, dijo Carmona y recordó: “El curasemilla sirve para que el hongo no alcance las hojas. El que tiene las semillas tiene el poder en sus manos”.
En trigo, el especialista destacó que roya amarilla se adaptó a las temperaturas y ahora aparece hasta en Tucumán. “El rocío, además de permitir la germinación, también reinfecta a la planta o a otras. Ya hay reportes sobre mutaciones a triazoles. Si seguimos haciendo las cosas mal acá podemos encontrar resistencias”, apuntó.
“Roya naranja en trigo es el eterno retorno”, dijo y aclaró que se sabe que es menos sensible a los triazoles y es necesario mezclar con carboxamidas.
Mancha amarilla es la más frecuente e importante de las manchas. Es resistente a estrobirulinas y a algunos triazoles, está en la semilla y genera epidemia.
“No lleguen tarde, monitoreen y usen umbrales”, recomendó Carmona. “Hay que construir una pirámide de manejo donde lo primero es actuar previo a la siembra e intervenir cuando se falló en las etapas anteriores”, concluyó.