En las últimas campañas numerosos factores propiciaron el desarrollo de los insectos de suelo como gusano blanco, causando una caída del rendimiento en lotes puntuales de diversas zonas del país. En esta nota, alternativas para su control
La presencia de insectos en el suelo como gusano blanco fue ganando terreno en los últimos años principalmente en cultivos gramíneas, que se vieron favorecidos por el déficit hídrico y el ambiente propicio de la siembra directa. Esta situación complica su control y resalta la necesidad de abordar eficazmente esta problemática.
Gusanos blancos, los populares
Los insectos de suelo en Argentina pertenecen a cuatro familias distintas dentro de los Coleópteros. Los más comunes son los Crisomélidos, los “gusanos de alambre”, las larvas de gorgojos como “gusano arroz” y los famosos “gusanos blancos”.
Estos últimos son parte de un complejo conformado por al menos unas 10 especies, siendo Diloboderus abderus una de las más relevantes a nivel agronómico. Si bien estos insectos pueden ser beneficiosos para la estructura del suelo y favorecer la infiltración de agua, la aireación y el reciclaje de nutrientes, cuando son muy abundantes se vuelven plaga.
Daños de gusano blanco en maíz
El mayor daño lo causan durante su estadio larval, que puede extenderse de marzo a octubre. Atacan especialmente a cultivos como trigo y maíz, aunque también afectan a la soja, el girasol y la colza, entre otros. Además, las gramíneas de las borduras actúan como hospederas naturales.
Los daños son más graves y evidentes se ven durante las primeras etapas de desarrollo del cultivo, donde pueden consumir la semilla y también la plántula, comenzando desde la raíz. A partir de fines de agosto y fundamentalmente en septiembre, con los aumentos de las temperaturas se reinician los fuertes daños. En el maíz temprano se alimentan exclusivamente de raíces durante su etapa de implantación. En maíces de segunda o tardíos, si bien se escapan en la etapa inicial, los daños pueden ocurrir en julio-agosto por consumo de raíces secundarias que pueden derivar en el vuelco de la planta.
Otro de los daños que puede generar cuando se presenta en altas densidades es el consumo de elevada cantidad de rastrojo, generando un raleo en la zona de concentración de los individuos.
Condiciones predisponentes
El gusano blanco es de aparición cíclica, presentando años de elevada densidad poblacional cuando las condiciones son favorables como por ejemplo temperaturas moderadas en otoño-invierno.
La mayor humedad ambiente permite que las larvas salgan a la superficie, mientras que en situaciones de baja humedad las larvas permanecen resguardadas en profundidad. Además, la baja humedad perjudica a los entomopatógenos que hacen control biológico de la plaga como sucedió este año, lo que también aportó al crecimiento de las poblaciones que impactaron fuerte en trigos de escaso desarrollo, comentó en diálogo con REM el especialista Federico Massoni, de Protección Vegetal del INTA Rafaela.
Eligen oviponer en suelos compactados y sin remoción, por lo que la siembra directa podría considerarse un factor que ayudaría a su desarrollo. Otras situaciones propias del lote que también pueden favorecerlos son la rotación de doble cultivo trigo-soja, mayor nivel de nitrógeno y bajo uso insecticida como sucedió la última campaña (p. ej.; para el control de chinches en soja). “Esto hizo que los adultos no fueran controlados en forma “secundaria”, ovipusieron durante todo el verano y se perpetuaron”, agregó el especialista.
¿Cómo hacer el monitoreo?
El monitoreo de estas plagas es una tarea laboriosa pero crucial para entender cuál es la situación del lote en cuanto a presencia y densidad de individuos/m². La presencia de montículos, orificios en la superficie y raleo del rastrojo, son signos que indican la presencia de esta plaga y determinan los sectores donde realizar el muestreo y seguimiento en el tiempo, que debe acomodarse en la presiembra del cultivo.
Se deben realizar entre 8-10 pozos cada 30 ha, aproximadamente, cada uno de al menos 25 x 50 cm y 30 cm de profundidad para determinar acciones según los umbrales de control. La recomendación es de 4 larvas/m² para maíz y 8 a 12 larvas/m² para trigo.
Estrategias de manejo
- Alternativas químicas
En el manejo de estas plagas se utilizan insecticidas de diversos modos de acción: diamidas (clorantraniliprole), neonicotinoides (tiametoxam, imidacloprid, clothianidin) y piretroides (teflutrina, bifentrin).
El uso de curasemillas es la herramienta de control químico con mayor eficiencia, siendo los neonicotinoides los activos que más se usan. Son sistémicos y presentan una residualidad de 20 días aproximadamente, actuando principalmente como repelente y en menor medida mata por contacto o ingestión. Aunque su eficiencia es variable, ensayos de varios años realizados por investigadores de la UNMdP, mostraron un aumento en el rendimiento del 11% y 20% y del stand de plantas de 23% y 24% en cultivos como girasol y maíz respectivamente, cuando se emplean curasemillas.
Hay que tener en cuenta que ante una alta densidad del insecto el tratamiento de semilla no alcanza, señala Massoni. Cuando el cultivo ya está implantado y hay alta presencia, la única alternativa de control es la aplicación de insecticidas foliares previo a una lluvia o con ayuda de riego con el objetivo de que se incorpore al suelo y haga efecto cuando la plaga suba a la superficie a comer o que el producto ingrese en el perfil. Sin embargo, la eficiencia de esta estrategia es menor al 50% y dependerá mucho de la zona.
- Alternativas culturales
En trigo el aumento de la densidad de siembra puede compensar el daño cuando se considera que las condiciones serán predisponentes. Para el caso del maíz Massoni sugiere retrasar un poco la fecha de siembra incluso hasta fechas de diciembre para asegurar agua y escaparle a la plaga.
Otras opciones son la intersiembra dentro del maíz con alguna gramínea o “entregar” franjas en lotes con un cultivo de mayor preferencia y duradero, buscando que la plaga complete su ciclo allí.
En ciertas circunstancias extremas podría ser necesario recurrir al laboreo antes o durante la primavera para exponerlos y reducir la población de insectos por factores de mortalidad natural, lo que facilitaría un control químico insecticida más eficaz posteriormente.
Es relevante destacar que existen controladores naturales que ayudan a mantener las poblaciones de estos insectos en niveles manejables. Asegurar la presencia de estos enemigos naturales, por ejemplo a través de la preservación de vegetación espontánea en alambrados o corredores de biodiversidad, favorece el control biológico y mantiene en equilibrio las poblaciones de gusano blanco.
Los insectos del suelo presentan desafíos significativos especialmente en esta campaña en donde coincidieron condiciones predisponentes para su desarrollo. La diversidad de especies y la variabilidad en los niveles de daño hacen que su manejo sea complejo. Las estrategias de control, como el uso de curasemillas, algunas medidas de control cultural y el seguimiento de lotes más predisponentes, son esenciales para mantener las poblaciones de plagas a niveles manejables.
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