La abogada fue una de los 73 voluntarios que participaron en el proyecto Sprint y los análisis que le realizaron arrojaron que tiene más de 20 agroquímicos en el organismo
Verónica García Christensen es una de las voluntarias que participó del proyecto Sprint, que está impulsado por un consorcio de institutos de investigación de 10 países europeos, el INTA y la FAO. La abogada especialista en derecho ambiental que reside en Claromecó, contó cómo fue su experiencia, qué resultados le dieron los distintos análisis que tuvo que realizarse y qué se obtuvo de las muestras que debió tomar en su casa. Su mirada crítica sobre el actual sistema de producción y el cuestionamiento al silencio del INTA.
– ¿Cómo te enteraste del proyecto Sprint?
– Me convocaron de la Chacra de Barrow, de acá de Tres Arroyos, para ver si quería ser voluntaria de extracción de sangre, de orina, de material fecal.
– ¿Qué te explicaron? ¿Cuál era la finalidad del proyecto?
– El mayor objetivo es disminuir progresivamente el uso de agroquímicos. En Europa ya se puso como la meta reducirlos al 50% en 2025. Y bueno, acá era un inicio de una política de Estado para la reducción, en principio de reducción y hasta la eliminación total del uso de agroquímicos.
– ¿Y en qué consistió tu participación?
– Primero nos dieron un cuestionario con diferentes preguntas sobre la alimentación, sobre si vivíamos cerca del campo. Después nos dieron una pulsera que teníamos que tener durante 10 días. También nos dieron una bolsa para recolectar el barrido de la casa. Y luego nos citaron para extraernos sangre en la Chacra del Barrow. Teníamos que llevar orina y materia fecal. Esas muestras iban a ser analizadas en Holanda.
– ¿Cómo te enteraste vos de los resultados?
– Me los mandó por mail en mayo, Virginia Aparicio, que es la investigadora científica de INTA. Y me invitó a una reunión que se iba a realizar en junio. Muchos de nosotros, los voluntarios, al ver los resultados individuales, por más de que en mi caso no me sorprendieron, porque donde los busquemos están (los agroquímicos), el tema es que cuando uno lee realmente todo lo que tiene, toda esa mezcla….
– ¿Qué te dieron los resultados?
– Tengo 22 o 23 agrotóxicos en todo el cuerpo, en elevadas cantidades. En total tengo 146 microgramos litro de agrotóxicos en la sangre. Es un montón. Y lo que también nos informaron cuando nos dieron los análisis individuales, fue una tabla con cada uno de los agroquímicos identificados, que tienen una clasificación internacional con respecto al grado (sic) de cáncer, que son mutagénicos, que son disruptores endócrinos, que eso tiene que ver con las hormonas, estas enfermedades autoinmunes que pareciera que no tienen explicación. Y un montón de cosas van tomando sentido, el estado de salud en general de todos, de lo que comemos, lo que respiramos, de todo.
Entonces, es la confirmación de que de esos 22 agroquímicos, más de 16 son probablemente cancerígenos, que es alta la probabilidad. Muchos son, digamos para que se entienda, capaz de producir malformaciones, esto que te digo de las hormonas, de las glándulas, todo ese tipo de efectos están comprobados. No es que esos datos salen de Argentina, son internacionales, son clasificaciones estandarizadas.
¿Vos no tenés relación directa con el campo?
– No.
– ¿Qué pasó con la reunión de junio?
– El INTA la suspendió. Se dio un hecho de censura absoluta, todos los integrantes del INTA no pueden hablar del tema. Pero lo ilógico es que como es un proyecto internacional, no depende del INTA que estos datos se difundan. Y finalmente, se hizo una reunión internacional, que fue en inglés, pero hubo también una persona que tradujo toda la información, y lo que arroja es que, por ejemplo, los relevamientos de datos de granjas agroecológicas u orgánicas tienen el mismo nivel de contaminación que un campo que trabaja industrialmente, digamos.
Así que a todos nos pega igual este tema. Y lo que siempre decimos, se enferma el que puede, no el que quiere. Hay gente que tiene muchísima mayor resistencia a diferentes tóxicos, a diferentes contaminantes, y hay gente que no. El tema son las estadísticas, que en este país se vienen obteniendo mayormente por las comunidades, que empiezan a ver que hay más cáncer.
– ¿A vos te sugirieron que no divulgaras tus resultados?
– No, porque mis resultados son de mi propiedad e incluso cuando le dije a Virginia si se podía difundir me dijo “son tuyos”.
– ¿Por qué no te sorprendió la cantidad de agroquímicos que indicaron los resultados que tenés en el organismo?
– Porque yo sé que dónde busquemos (residuos de agroquímicos) va a haber, pero la verdad que las cantidades son las que sorprenden. Y además, lo bueno de este proyecto, es que cuando empezaron a surgir todos estos reclamos, surgió que hay dos o tres lugares en Argentina donde confiablemente vos podés medirte el glifosato en orina y en sangre, y ahora también sabemos que podés medirte más de 150 agrotóxicos.
Entonces el tema es cómo se aprueban ¿no?, porque se aprueban con la dosis letal mínima, o sea, cuánto te tenés que tomar de este veneno o de este fitosanitario -llámenlo como quieran-, para que sea tóxico. Y lo que tenemos que medir es la intoxicación crónica, lenta, y además la sinergia entre todo eso. No es lo mismo tener glifosato que tener glifosato, atrazina, 2,4-D, DDT…
Por ejemplo hay un estudio de acá, de Argentina, de un científico que ha acompañado muchísimo todos estos reclamos ciudadanos en el que ya midió cómo actúa el glifosato con el arsénico, que es un contaminante natural que está empezando a aparecer cada vez más porque usamos tanta agua subterránea, que como está en el sedimento empieza a subir. No es nada bueno el arsénico con el glifosato, lo potencia hasta cinco veces. Entonces toda esa mezcla, ese cóctel tóxico que tenemos es lo que estamos empezando a comprobar.
Entonces es necesario dejar de pelearnos entre nosotros, porque ya vemos que a todos nos afecta, o sea no hay ni el que come orgánico ni el que vive en Groenlandia se salva, porque también se ha medido, la contaminación en todos lados. La pulsera en mi caso midió 20 tipos de agrotóxicos, en donde más hay es en el polvo de la casa, en las muestras tomadas de los barridos.
– A ustedes como voluntarios, después de la reunión que se suspendió, ¿los convocaron a otra para referirse a los resultados?
– Cuando se suspendió todo respecto al proyecto, entre todos los voluntarios hicimos una nota pidiendo el acceso a la información, que por lo pronto cualquier ciudadano puede hacerlo porque es pública. Entonces el director del INTA nos convocó a una reunión presencial en Balcarce en la que solamente nos dieron los resultados humanos y los datos de las comparaciones, que tenemos en algunos casos 20 veces más agroquímicos en orina que los europeos. Estamos más o menos 20 veces más contaminados que los europeos. Fue lo único que nos mostraron, y no nos entregaron ninguna documentación.
– ¿Hubo voluntarios de todo el país?
– La mayoría somos de la provincia de Buenos Aires.
– ¿Y los resultados más o menos son parecidos?
– En algunos casos hay bastante más concentraciones, hay gente que tiene 250, otros un poco menos, pero en general todos tenemos entre 20 y 30.
– ¿Creés que es posible que el INTA difunda los resultados y que se empiece a trabajar en esta problemática?
– Eso sería lo ideal, que el Estado reconozca el problema en principio, y después yo creo que también la sociedad, es decir, que todos nos tenemos que hacer cargo. Aunque las políticas de Estado son necesarias, el tema es que si como sociedad no nos apropiamos de las cosas, de los problemas, de lo que nosotros mismos fomentamos, de lo que somos parte, el Estado no sé si lo va a hacer. Nosotros tenemos que mostrar interés por esto. Por lo menos hay que reconocer el problema, como si fuese el atado del cigarrillo, que realmente se sepa la gravedad del asunto. Y después darnos cuenta que a todos nos puede pasar y que los autismos, las enfermedades autoinmunes, y que a todas las patologías que no les encuentran explicación, es lo que comemos, definitivamente es lo que comemos. No estamos alimentándonos, estamos comiendo comestibles.