Fernando García: “Es fundamental mantener el suelo vivo”

El referente en fertilidad y nutrición participó de la jornada a campo organizada por Nutrien en Tres Arroyos. La necesidad de hacer análisis de suelo y combatir la erosión, los dos mensajes más destacados que dejó

 

La propuesta principal de la jornada a campo organizada en cercanías de San Francisco de Bellocq por Nutrien fue la presentación del ingeniero Fernando García, Profesor de Fertilidad de Suelos y Nutrición de Cultivos en la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Mar del Plata y ex Director Regional del programa América Latina-Cono Sur del IPNI. El especialista conversó con La Voz del Pueblo y dejó su mirada sobre la realidad argentina respecto al cuidado de los suelos.

– Durante tu disertación junto a los lotes de trigo y cebada apuntaste varias veces al papel clave que juega el análisis de suelo.

– Siempre repaso los aspectos que hacen a definir la dosis de fertilizantes a aplicar, y en ese sentido, el puntapié inicial es un buen análisis de suelo, que es el diagnóstico. Y en el manejo de nutrientes nos basamos en cuatro requisitos: fuente – dosis – momento y forma. Hablamos entonces de aplicar la fuente correcta, en la dosis correcta, en el momento y la forma correctas.

Al hablar de la fuente apuntamos a cuál es el nutriente, no solamente el producto, sino si es nitrógeno, fósforo, o los dos; si hay que sumar zinc, si hay que sumar boro, por ejemplo. Pero la claves es identificar primero a través del análisis de suelo, del diagnóstico, cuáles son los nutrientes para saber cuál es la fuente correcta.

– ¿Cuál es el escenario hoy en la Argentina en cuanto a la nutrición de los cultivos?

– En términos generales desde hace 30 años se viene subiendo en el consumo de nutrientes, básicamente porque veníamos de un consumo extremadamente bajo. A principios de los 90 se consumían 5 kilos de nutrientes por hectárea en Argentina. Estamos casi llegando, creo que ya a los 100, 110 kilos. En muchos aspectos estamos en deuda todavía, porque seguimos sacándole mucho más a los suelos de lo que le estamos devolviendo.

– Eso es en términos globales, ¿qué pasa en el análisis lote a lote?

– Ahí volvemos al análisis de suelo, porque lo que enfatizamos es la importancia del diagnóstico lote a lote, ambiente por ambiente. Si yo digo “a nivel general reponemos el 50% del nitrógeno que aplicamos”, no es que la recomendación va a ser “bueno, dupliquen las dosis”, porque hay gente que ya está aplicando bien y otra que no aplicó nada, y otra que no necesita aplicar. Entonces, si bien me parece que vamos a tener que seguir avanzando en la cantidad que aplicamos -en los últimos años por una serie de inconvenientes de la economía argentina se bajó un poco el uso de nutrientes-, considero que más que subir hay que lograr que se use eficientemente.

– Cuando se habla de contaminación se apunta a los agroquímicos, pero vos también ubicás en la escena a los nutrientes, principalmente al nitrógeno.

– A nivel mundial el foco de todos los temas ambientales está en las contaminaciones con nutrientes, muchas veces con nitrógeno y fósforo. Obviamente que el problema de los agroquímicos también existe, pero a nivel mundial es muy fuerte esa demanda por los nutrientes, y sabemos que cada vez hay más regulaciones o demandas a nivel de sociedades que compran nuestros productos acerca de saber cómo estamos nos estamos manejando. En particular en el caso del nitrógeno, ya hay muchas demandas en cuanto a cuánto aplicaron, cómo lo aplicaron, dónde lo aplicaron. Eso tiene derivaciones en huellas de carbono, huella hídrica, etcétera, etcétera, que están muy a la vista hoy en día.

Entonces, volvemos al principio, a lo relevante que es hacer un buen diagnóstico para saber exactamente la dosis, el momento y la forma adecuada de aplicar el nitrógeno. Eso va a ser central para ser eficiente y decir, “bueno, yo tengo tantos kilos de trigo por kilo de nitrógeno que aplico”, y ese será un indicador muy significativo que tendrá en cuenta quién compre nuestra mercadería.

– Pero el punto de partida es una aplicación mayor de fertilizantes.

– Seguramente que sí, los datos nos muestran eso. Hay brechas de rendimiento entre lo que podemos lograr y lo que estamos logrando. Muchos de esas brechas se deben a brechas de nutrientes, porque estamos cortos en la nutrición, pero bueno, con diagnósticos siempre. Yo particularmente quiero hacer siempre énfasis ahí, porque no sé si es bueno que se use más, lo bueno es que se use mejor.

– ¿Cómo se usa mejor?

– Tenemos que buscar hacer ese análisis de suelo, ver cuál es la expectativa de rendimiento y tratar de cubrir o ver cómo compatibiliza la oferta del sistema que tengo yo, de mi suelo, de mi cultivo antecesor, con la demanda que me va a imponer qué es lo que voy a sembrar, qué cultivo y cuánto busco de rendimiento. Eso es en cuanto a los nutrientes que nosotros denominamos más móviles, nitrógeno, azufre.

Ahora, en cuanto a nutrientes que son menos móviles, es decir, que son más estables en el sistema, que tienen efecto residual, por ejemplo, clásicos son fósforos y zinc, ahí lo que buscamos es mejorar la condición de oferta del suelo. Entonces, por eso también el análisis del suelo es muy útil. Cuando decimos, “mire, es bueno que usted tenga los niveles de fósforo de suelo por arriba de las 20 partes por millón”. ¿Por qué? Porque por arriba de las 20 partes por millón no estamos limitando el crecimiento de los cultivos que normalmente hacemos en la región.

– ¿Cómo podemos mejorar la oferta de esos nutrientes de efecto residual?

– Aplicando un poco más de lo que se hace en los cultivos. Y cada tres o cuatro años monitorear, entonces veo si subió al nivel que yo quiero y a partir de ahí mantenimiento simplemente, devolverle lo que le saco.

– ¿Cuál es el escenario respecto a los micronutrientes entre los que también se evidencian deficiencias?

– El que explotó o la vedette ha sido el zinc. En principios de 2000, en realidad, empezó muy fuerte en el sur de Córdoba. El maíz es el cultivo más sensible y mostraba deficiencias en estadíos tempranos. Pero, bueno, como era de esperar, esa deficiencia había sido bastante más generalizada. No quedaba reducida el sur de Córdoba. La estamos viendo aún en situaciones acá como el sur de la provincia de Buenos Aires. Y no solamente en maíz, sino también con respuestas en soja y en trigo. Y afortunadamente también el muy buen trabajo de investigación que llevaron a cabo el INTA y universidades y otros grupos de profesionales e investigadores nos muestra o nos da la herramienta del análisis del suelo que nos indique que por debajo de una parte por millón de zinc tenemos una alta probabilidad de respuesta.

 – ¿El caso del boro?

– A mediados de los 70 se hablaba en el oeste de Buenos Aires que el cultivo más sensible era girasol. Y se han ido viendo respuestas también más allá de girasol. Ahí nos debemos un poco más de información acerca de qué nos puede dar el análisis del suelo en sí. Pero ya hay trabajos de investigación que también muestran esa línea. Y así van a ir apareciendo probablemente otras deficiencias en la medida en que nosotros vamos sacándole a nuestros suelos.

– ¿Qué te preocupa hoy?

– Cuando uno hace una mirada más global y más histórica, entiende que nuestros suelos han sido tan bondadosos que nos han brindado durante muchísimos años una fertilidad que nos dio la posibilidad de crecer y producir mucho. Pero tenemos que manejarlos mejor y no sólo pasa por la nutrición. Yo siempre quiero enfatizar que mucho pasa por mantener ese suelo vivo, que no tenga problemas de erosión. Porque la erosión sigue siendo un problema grave. La siembra directa nos ayudó enormemente, pero en muchos casos se siguen viendo problemas serios. Y eso es muy grave porque es algo muy difícil de componer.

– ¿Qué recomendaciones de manejo das para mantenerlo vivo?

– Ahora hay mucha y muy buena información que se ha ido generando en los últimos años. Me refiero a buscar diversificar las rotaciones, a buscar utilizar cultivos de cobertura, de servicio -como los queramos llamar-, a transformar cada milímetro de agua que llega en materia seca, en biomasa, y que sea un milímetro de agua transpirada y no evaporada.

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