Distinguido como “Agricultor Pionero” en esta nueva edición de la Fiesta Provincial del Trigo, el productor recorrió su vida. Destacó que sus mayores logros fueron que sus hijos hayan podido hacer una carrera universitaria y haberle comprado el campo de su papá
“Cuando Alex me vino a contar que le habían ofrecido la gerencia de la Cooperativa Alfa me largué a llorar, fue una satisfacción tremenda”.
El dueño de la frase es Félix Vejrup, papá de Alex, y quien fue distinguido con el reconocimiento de “Agricultor pionero” en esta nueva edición de la Fiesta Provincial del Trigo. Y es bueno empezar a desandar la vida de Félix a partir de esa frase, porque sintetiza en cierto sentido lo que logró como chacarero.
“Yo soy productor agropecuario desde 1973, ahí empecé a trabajar con mi papá, y fueron años durísimos los del inicio porque arrancamos sin plata. Pero una vez que estábamos afianzados en el campo, con mi señora -Liliana Bucci- nos propusimos dos objetivos: que mis tres hijos pudieran estudiar una carrera universitaria y poder comprarle las partes del campo de mi padre a mis tres hermanos. Y gracias a Dios se dieron las dos”, dice, y sirve como explicación del motivo de las lágrimas del primer párrafo.
“Alex es ingeniero agrónomo, Paula Andrea, la mayor, es ingeniera en medio ambiente; y María Eugenia es psicóloga. Y el campo es de nuestra propiedad y es parte de lo que trabajamos hoy con Alex”, cuenta este productor de 73 años que una vez que terminó la primaria en el Colegio Argentino Danés empezó a ayudar a su papá en las tareas rurales.
Dinamarca
Félix es hijo de inmigrantes daneses. El papá, Andrés, llegó en 1928 a la Argentina acobardado por la hambruna generada luego de la Primera Guerra Mundial. Tras varios años de trabajo en Balcarce, en 1939 vino a instalarse en Tres Arroyos, en una de las parcelas de 218 hectáreas en las que se dividió el campo de la familia Bellocq y que compró con un crédito del Banco Provincia.
“Yo nací en 1951 donde hoy es el Centro Danés, que en aquella época era una clínica, y me crie en el campo. Fui a la Escuela N°22 de San Francisco, un año a la Escuela N°29 de Tres Arroyos y después como pupilo al Colegio Argentino Danés –mis padres venían de visita cada 20 días-, donde terminé el primario”, repasa.

Con 14 años volvió al campo y el papá le planteó: “O seguía estudiando o me ponía a trabajar con él. Y decidí trabajar en el campo, no me arrepiento”.
En esos años el menú de trabajo era completo: “Había un poco de todo. Arrancábamos ordeñando, y después teníamos cerdos, ovejas, gallinas y hacíamos agricultura. Con la leche del tambo, además de para consumir nosotros, hacíamos manteca que se vendía en San Francisco”.
Manteca
Tras 32 años de estar en la Argentina, el papá de Félix pudo volver a Dinamarca a visitar a su padres y lo hizo gracias a lo que fue guardando de la venta de manteca.
Los tres hermanos de Félix se terminaron mudando a Dinamarca, algo que nunca estuvo en sus planes. “Yo fui de visita dos veces en 1967 y en 1971, pero siempre con la idea de volver. Mi papá era danés pero amaba Argentina. Estamos bendecidos de vivir en un país así”, asegura. “Y además, yo siempre quise seguir lo que él había empezado”, agrega.

Luego de hacer el servicio militar, en 1973 y con 23 años, Félix se transformó en socio de su papa y empezó a trabajar de firme como productor. “Arrendamos un pedazo de campo y arrancamos juntos. “Yo no tenía herramientas ni plata, ponía la mano de obra. Es un campo que está en Lin Calel y que todavía lo tengo arrendado. Hace 51 años que lo alquilo.
En 1977 se casó con Liliana, que era docente en San Francisco y entre los dos fueron cimentando la familia y el porvenir. En esos tiempos ya la sociedad con el papá tenía más variantes. “El ponía el 50% de los insumos y el campo, y yo ponía el otro 50%, las herramientas y la mano de obra. Y en eso íbamos 50 y 50. Y lo que era arrendado, era 25 y 75”, explica.
Las cooperativas
A partir de su padre también comenzó a relacionarse con el movimiento cooperativo. “Trabajamos un tiempo con la Cooperativa La Victoria de San Francisco, y después gracias a Germán Van Strien entramos en Alfa. Yo casi que he trabajado toda la vida con la cooperativa, nos sentimos muy cómodos. Incluso durante 15 años integré el consejo de administración”.
Claro que no todo fue color de rosa, a fines de los 90 a partir de la compra un campo todo el proyecto pareció derrumbarse. “Estuve muy comprometido con los bancos, pero la devaluación de ‘San Duhalde’ ayudó a mucha gente, entre ellos a nosotros”, reconoce.

Desde hace años tiene la producción bien definida. Con superficie dedicada a la agricultura y otra a la ganadería. Trabaja en siembra directa desde 1998 y ha tratado de producir en forma sustentable para poder dejarles tierra fértil a sus herederos.
A los cultivos tradicionales de la zona que siempre sembró, desde 2007 les agregó girasol confitero y arveja, que siembra para “Productos del Sudeste” el proyecto de agregado de valor a partir de la venta de specialities que creó junto a otros ocho productores.
Un gran equipo
En cada recuerdo, en cada repaso de su vida, Félix le pone nombre y apellido a todos los que trabajaron o estuvieron a su lado, evidenciando el valor que le da al trato y al aspecto humano.
“Tuve un empleado, Roberto Andino, ‘Peto’, que trabajó 30 años conmigo y ya se jubiló. Y tenemos una relación hermosa, voy a tomar mate a su casa. Hoy trabaja con nosotros Sergio Funes, que vino a matar hormigas y hace 33 años que está en el campo; Ariel Montenegro, que se dedica a la hacienda, y hace poquito entró Lucas González, que anda en la sembradora.
El equipo lo completa el veterinario Víctor Ruppel y Mauro Arzoz, que se encarga de la comercialización de la hacienda.

“La verdad es que tenemos un equipo muy lindo de gente en el campo y eso es fundamental también y nos da mucha tranquilidad”, cuenta Félix, que habla en plural porque ya desde hace años comenzó el traspaso de mando a su hijo.
“Uno tiene que aprender a dar un paso al costado, por eso yo me he ido retirando de a poco y dejando todo en manos de Alex.
Una gran familia
Lo que nunca va a entregar es el casco del campo. La casa original de los sus padres la fueron arreglando junto a Liliana y hoy es la sede de inolvidables encuentros familiares. “Tengo la bendición de tener una familia hermosa. Cuando todos van al campo se llena la casa de chicos y lo disfrutamos un montón”, explica.
Tanto como disfruta ver a su hijo seguir sus pasos, como alguna vez él siguió los de su papá; y también ver que se asoma su nieto Juan Cruz caminando en la misma dirección.