Juan García no tiene título terciario ni universitario, se formó trabajando y capacitándose con los que más saben y se convirtió en uno de los conductores de cabañas y establecimientos más respetados del país. Con un Gran Campeón Macho y un Gran Campeón Hembra en las dos últimas ediciones de Palermo (con cabañas diferentes) escribió su apellido en la historia grande de la raza. “Sin equipo de trabajo no existe éxito”, asegura. Un paseo por la vida del asesor genético que está en boca de todo el mundo ganadero
Por Juan Berretta
– ¿Cuál es la receta para hacer un Gran Campeón?
– Tener un criterio de trabajo, constancia, compromiso y humildad. Y un equipo. Sin equipo no hay éxito. No es verso. Te puedo asegurar que esas son las claves.
El paso de los días hace que de a poco vaya asimilando el logro. El nuevo logro. Hace poco más de una semana, Juan García obtuvo con Géminis, una vaquillona pensada y “fabricada” por él y criada en la cabaña Don Abraham de Claromecó, el Gran Campeonato Hembra Angus de Palermo. Así, a sus cortos 51 años ya completó los dos mástiles más relevantes de la principal raza del país en la pista más prestigiosa, por lo menos, de Sudamérica. Porque 12 meses antes Batacazo, el toro de la cabaña Arandú, había ganado la bandera de Gran Campeón Macho.

La final de Palermo es conocida en el ambiente de las cabañas como “la final del mundo”, y es extremadamente difícil ganarla. Lógicamente es muchísimo más complicado imponerse dos veces. Y todavía más complicado es lograrlo en macho y en hembra. Y más lo es aún hacerlo con distintas cabañas, es decir, con diferentes equipos de trabajo, de instalaciones e inclusive, otro manejo, y los condicionantes que se quieran agregar. Como por ejemplo, la diversidad de los jurados que estuvieron a cargo de definir las exposiciones. Por caso, este año en Palermo se trató de un ganadero canadiense.
Para poner más pruebas sobre la mesa sobre el exitoso trabajo que realiza García, tanto terneros, terneras, vacas y toros presentados por cabañas que él asesora se llevaron banderas, e inclusive se consagraron grandes campeones, en las exposiciones nacionales de Otoño y Primavera de los últimos tres años.
“Yo soy un agradecido por todo, por lo vivido en Palermo y porque tengo mucho trabajo, vivo de esto, de asesorar, así que es un sueño, nunca me lo imaginé. Por eso no puedo más que agradecerles a todos los clientes que me apoyan y me eligen para que maneje sus rodeos”, dice corriéndose de algún papel protagónico.
“Estas cosas no las logra una sola persona, se logran en equipo. Porque mientras nosotros estábamos en Palermo hay gente que estaba trabajando en el campo cuidando los animales porque dentro de poco se vienen los remates y hay otra exposición”, explica.

– ¿Qué sentís cuando mirás para atrás y ves cómo empezaste y todo lo que has conseguido?
– Son todos pasos importantes. Pero lo fundamental acá es que a todos hay que darles una oportunidad, como me la dieron a mí. Los resultados se fueron dando a partir de que empecé a formar equipos. Confío en el equipo, cómo llevan los animales, cómo trabajan, por eso soy tan compañero de los cabañeros y de sus ayudantes.
A campo
No tiene doctorados, ni maestrías, ni título universitario. En algún cajón guarda el diploma que le entregaron cuando terminó el secundario en el Colegio Nacional de Tres Arroyos. Por ahí también debe andar el certificado del curso de inseminación que hizo en la cabaña La Legua de Coronel Pringles a fines de los 90, gracias al que formalizó su relación con la mejora genética y la preparación de animales para exposiciones.
“Un genetista es un megaprofesional. Yo no lo soy. Yo soy una especie de coordinador. Me hubiera gustado estudiar veterinaria, pero soy muy limitado, no me daba para los libros. Aprendí mirando, leyendo e instruyéndome con otras personas, con gente que trabajaba muy bien. Y lo que tengo es la posibilidad de ver constantemente una gran cantidad de animales produciendo en distintos sistemas”, dice.
Juan perdió a su papá siendo muy chico, y de la mano del médico veterinario Ricardo Errazu, el marido de su mamá, empezó a relacionarse con el campo. Primero lo acompañaba en sus recorridas, después se sumó a trabajar al criadero de cerdos que tenía. “El despertó mi pasión por la ganadería”, cuenta.

El gran quiebre en su vida se dio en el otoño de 2003, en un día de campo de La Legua. De la jornada participó Juan Ezcurra, un reconocido consultor y asesor de cabañas que Juan cruzaba en las exposiciones y decidió pedirle trabajo. Tuvo que esperarlo casi seis horas parado en el parque del establecimiento, pero valió la pena. Ezcurra escuchó el pedido y aceptó.
“‘Empezás mañana’ me dijo”, recuerda con una sonrisa Juan.
No hay dudas de que aprovechó esa oportunidad. Con el paso de los años fue trabajando en distintas cabañas y también sumando empresas a las que asesora en el armado de planteos y evolución de los rodeos. Hoy supervisa hacienda en las provincias de Buenos Aires, La Pampa, San Luis y Mendoza. También formó una familia con Marcela, con quien son padres de las gemelas Mercedes y Pilar, y de Lola “Sin el apoyo de ellas no sería nada posible. Este trabajo demanda mucho tiempo, mucho trabajo y muchas horas fueras de casa”, cuenta.
Gracias totales
Entonces, la charla vuelve a la Gran Campeón Géminis, a Ricardo Errazu y a los equipos de trabajo. “Este logro junto a la cabaña Don Abraham fue posible gracias al grupo conformado por Ricardo, no sólo responsable de la estricta sanidad que lleva en el establecimiento, sino de todo el apoyo que transmite desde sus conocimientos de más de 50 años de carrera como veterinario y creador de los rodeos Angus más importantes de la zona. Y del ingeniero Pablo Errazu en lo que es producción forrajera y agrícola de los campos”.
También se lleva un lugar especial en los agradecimientos Emiliano Zabala, el cabañero con quien Juan se abrazó y conmovió a todo Palermo en el momento de la consagración de Géminis. Y de sus ayudantes: Juan Mujica, Joaquín Massigoge y Martín Zudaire.
-¿Y ahora qué desafío te planteás?
– Más allá de las exposiciones, me apasiona el tema de hacer poblaciones de vacas, y estoy también muy concentrado en eso, que por ahí es un trabajo más silencioso. Estoy trabajando con muchos productores en el interior del país, generando rodeos, eso es lo más lindo. Estar en la manga todos los días, clasificar vacas. Hay tantas cosas por hacer para que crezca la ganadería. Y para eso también es fundamental darles oportunidades a las personas para que puedan crecer, así formar mejores equipos de trabajo. Es la forma de lograr los buenos resultados.
Su historia es una clara prueba de eso.