En la jornada organizada por la Universidad Austral y la Sociedad Rural Argentina en YPF Agro Tres Arroyos, Bernardo Piazzardi, director del Centro de Agronegocios y Alimentos de la UA presentó los nuevos modelos de negocios en el agro argentino y presentó dos casos emblemáticos que muestran el camino a seguir
– ¿Cuál es el contexto que está atravesando hoy la posibilidad de desarrollar un agronegocio?
– Nosotros analizamos en forma diferenciada el contexto nacional y el internacional. Y en los dos contextos lo que estamos viendo es que las cadenas de valor del agro están sufriendo muchas presiones, desde el lado del clima, de los precios, de los costos logísticos, hasta de los sistemas productivos.
A nivel nacional hay todo un replanteamiento de cuál va a ser el nuevo sistema productivo de la Argentina a partir de todos los eventos de resistencia que se están dando en plagas y en malezas. Así que por ese lado hay todo un replanteo de lo que se vino haciendo en los últimos 50 años.
Y por el lado internacional hay todo un dilema sobre si los precios que van a tener los agronegocios de la Argentina en los próximos cinco años van a ser iguales, inferiores o superiores a los últimos 10, y todo parece indicar que van a ser inferiores.
Entonces todo eso está indicando, y es lo que estamos registrando en nuestro estudio que hacemos con la universidad de Purdue de los EE.UU. de que el modelo de negocio, o sea, la forma de hacer las cosas del productor argentino está cambiando.
– ¿Cuál es el cambio que se evidencia a partir del relevamiento que realizan ustedes desde la Universidad Austral?
– Básicamente lo que está pasando es que de un modelo de negocio que estaba apalancado en tres factores claves, que era tierra, capital y trabajo, se está migrando hacia un sistema que está más apalancado en conocimiento, en datos y en la formación de redes.
– La gran convocatoria que tuvieron acá en Tres Arroyos marca que el productor agropecuario está interesado en hacer un giro en la cuestión empresaria.
– Tal cual. Lo vimos acá lo estamos viendo nosotros en el estudio que se hace en cuatro provincias: Buenos Aires, Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe. Que indica que en mayor o menor medida el productor tiene la inquietud de explorar cosas nuevas. Y creo que había tanta gente en la reunión en Tres Arroyos porque ellos han levantado la cabeza y han dicho “che, o cambiamos o reventamos”, porque entienden que necesitan mejorar el negocio.
– ¿Cómo se mejora el negocio?
– Lo que nosotros estamos identificando con el trabajo de investigación que hacemos, es que empiezan a aparecer casos en las cuatro provincias que mencioné de productores o redes de productores que empiezan a hacer cosas distintas. Ya sea temas vinculados a biocombustibles, a extrusoras de soja, por ejemplo, temas vinculados a integración con la industria.
– ¿Sería profundizar la idea de darle valor agregado a la producción primaria?
– Sí, pero te diría que el factor más importante acá, que es algo que se va construyendo, es agregado de conocimiento. Los tipos que la pegan son tipos que se rompen la cabeza explorando, investigando. Prueba y error, prueba y error, hasta que la terminan pegando. Y el capital más importante que se lleva esa empresa o ese productor es el conocimiento que adquirió a partir de aprendizaje de esa experiencia.
– ¿Y qué surge al comparar los relevamientos que se hacen de los productores de Argentina con los de Estados Unidos? ¿Estamos en las mismas condiciones?
– La gran ventaja que tenemos en Argentina comparado con el productor americano, es que el productor argentino es 15 años más joven en promedio que el americano. Y es mucho más instruido. Los americanos tienen todos secundario, punto. Acá en el trabajo que hacemos nosotros surge que el un 20% tienen grado universitario y posgrado. Y eso, sumado al contexto imprevisible que vive en nuestro país, hace que sean más adoptantes de cosas nuevas. O sea, están más dispuestos a escuchar cosas diferentes y nuevas los nuestros, los argentinos, que el americano que está chanchado.
– El productor argentino está acostumbrado a moverse en la adversidad.
– Ocurre que en el peor de los casos, al productor americano le bajó el precio o le cayó una piedra y el seguro lo cubre, o el Estado le banca la diferencia del precio. Y eso te opera un poco como un freno de mano para meterte en cosas nuevas. Nuestro trabajo tiene algunos sponsors en común con lo que se hace en Estados Unidos, y una enorme fábrica de maquinaria agrícola nos dice que es mucho más difícil venderle un fierro a un argentino que a un americano.
Porque el argentino es un tipo mucho más analítico, que va al mango, va a buscar la relación costo beneficio, va a la performance de, en este caso, la maquinaria que le estén ofreciendo, lo torea, lo discute mucho más al vendedor. El americano cuando ve venir al agente de venta de esta empresa con la gorra verde puesta, la mitad de la venta está hecha.
– Podes referirte a los dos casos de agronegocios que presentaron en Tres Arroyos como ejemplos del camino a seguir.
– Hay un caso emblema, porque surge a partir de un problema, es el de hacer maíz a 500 kilómetros del puerto, como es Río Cuarto. Con un esquema de retenciones como el que tiene Argentina a estos productores no les permitía el margen económico hacer la rotación que estaban obligados a hacer para no hacer minería en lugar de agricultura. Y estos productores dijeron “si seguimos haciendo soja sobre soja, desaparece el perfil, se vuela el campo”.
Ante ese problema, los tipos parieron un proyecto como el de Bio4 en Río Cuarto, donde tuvieron que asociarse con industriales, alcoholeros, transportistas, armando una red. Y tuvieron que ponerse de acuerdo con un monstruo como es YPF. Y los tipos se pusieron las pilas a tal nivel que ellos mismos diseñaron el marco regulatorio, o sea, la ley de biocombustible.
Otro caso emblema es el del tambo robotizado ahí en Tacural, al norte de Rafaela, que se llama Milkinet. Yo lo que mencionaba en la charla es que si vos ves de afuera la cadena de valor láctea de la Argentina, decís este es un negocio malísimo. Tambos cierran, el rinde vaca por día es bajísimo y estos tipos, no obstante eso, se tiraron de cabeza a hacer el negocio, rompiendo la fórmula de siempre, que era que vos necesitabas 500 hectáreas para darle de comer a las vacas.
Esta empresa tiene 20 hectáreas nada más. No hundieron capital, ni se endeudaron para comprar campo, sino que cambiaron el foco del negocio. Es decir, la comida se la originan haciendo redes con productores que le garantizan la entrega del mes y la soja que no les conviene llevarla a puerto. Y la fortaleza que tienen es manejar esa producción como si fuera un proceso industrial. La vaca cada vez que tiene sed o hambre, pasa por el robot y se ordeña, después come.
Y mientras que a nivel país el promedio son 22 litros vaca-día, ellos están obteniendo 38. Es decir, con el mismo costo, con la misma materia seca, están sacando el doble.
O sea que cuando decís de lejos que en Argentina hacer tambo es mala palabra, hay que aclarar según para quién.