La ingeniera Liliana Wehrhahne trabajó casi 36 años en el mejoramiento del cereal en Barrow. Obtuvo 10 variedades, se convirtió en referente internacional y sobre todo impulsó a que se le diera otros usos relacionados con la alimentación y la salud al cultivo forrajero. La frutilla del postre de su carrera fue la reciente firma del convenio entre la Chacra y el laboratorio Andrómaco para utilizar “Bonaerense INTA Yapa”, la primera avena libre de gluten que fuera desarrollada por la tresarroyense
Por Juan Berretta
“Tarda en llegar y al final, al final hay recompensa”, cantaban Mercedes Sosa y Gustavo Cerati. Y también le podría sumar su voz, con orgullo y satisfacción, Liliana Wehrhahne.
Después de casi 36 años de trabajo de mejoramiento en avena en Barrow, y a 18 meses de su retiro, la ingeniera fue noticia: la Chacra y el laboratorio Andrómaco firmaron un convenio para comercializar productos elaborados con “Bonaerense INTA Yapa”, la primera variedad libre de gluten de la Argentina que fue desarrollada por la tresarroyense.
Pero esa fue la frutilla del postre, o mejor dicho, de una vida, que se fue transformando en color avena. Liliana la recorre con humildad en una linda charla con La Voz del Pueblo. Pasean y lean.
-¿Cómo empezó tu relación con la avena?
– Está totalmente ligada a mi relación con la Chacra de Barrow. Yo había hecho una pasantía en la Chacra cuando era estudiante y dije “quiero trabajar acá”. Y al poco tiempo que me recibí en la Universidad Nacional del Sur, se fue el mejorador de avena que había y me llamaron. Y ahí empecé un largo camino en el trabajo del mejoramiento.
-¿Siempre se trabajó en el mejoramiento de avena en la Chacra?
-Sí, desde que se inició. Primero se trabajaba sobre la selección, las poblaciones que había, y después ya se comenzó un programa de mejoramiento. El ingeniero Héctor Carbajo primero, luego el ingeniero Héctor Martinuzziy después quedé yo. Y afortunadamente ahora está el ingeniero Nahuel Rodríguez, que es quien continúa con el trabajo.
-¿Cómo eran aquellos primeros años? No era un cultivo tan desarrollado.
-Desde el inicio y hasta el final fue un gran desafío trabajar con avena porque el trigo pan y el trigo candeal siempre tuvieron un poco más de apoyo económico. Y fue un gran desafío porque cuando empecé se pensaba en generar avenas nuevas para producción de forraje, pero después me fui dando cuenta que también había un mercado que era mucho más chico, pero muy interesante para explorar, que era el de grano para uso de la industria alimenticia. Y a raíz de conocer gente, de capacitarme, la Chacra sacó varias avenas nuevas que tienen muy buena calidad y rendimiento para grano.
¿Cuántos años trabajaste en mejoramiento de avena?
-Me jubilé el año pasado con casi 36 años de trabajo.
– ¿Quiénes fueron tus maestros?
– Mi maestro fue el ingeniero Carbajo, aprendí muchísimo con él. Y después también aprendí mucho de Luis Federici, un profesor de la Universidad Federal de Río Grande do Sul, de Brasil, que conocía a raíz del convenio que la chacra tenía con Quaker. El me enseñó un montón de cosas de las avenas para grano.
-¿Cuántas variedades desarrollaste o se inscribieron en ese lapso?
– En el periodo yo estuve yo se inscribieron 10 variedades, antes se habían registrado tres, que dan las 13 que tiene desarrolladas la Chacra a lo largo de su historia. Pero las 10 que se registraron estando yo no es porque fuese una genia ni nada por el estilo, sino porque hubo continuidad en el trabajo, que eso es algo que valoro y rescato.
Es más me había generado mucha angustia la posibilidad de jubilarme sin que nadie me reemplazara y quedará todo el trabajo guardado en un cajón. Si bien es un programa chico, ha dado variedades que les han servido a los productores. Tenemos algunas que producen mucho pasto, están las que producen muy bien grano, de muy buena calidad y también inscribimos una para uso como cultivo de cobertura que creo que va a tener mucho futuro. Por eso destaco que se pudo incorporar el ingeniero Nahuel Rodríguez para seguir adelante.
– ¿Cuántos programas de mejoramiento hay en Argentina?
– El de la Chacra, el de INTA Bordenave y reflotaron el de la Universidad Nacional de la Plata, de la facultad de Agronomía. Semilleros privados ninguno tiene porque la avena -como el trigo-, es un cereal que se multiplica muy fácil, y además hay un comercio poco transparente, no genera réditos. Hay que invertir mucho en la investigación y no hay un retorno económico acorde a esa inversión.
– La chacra se convirtió en un gran referente de avena, a nivel nacional y también fronteras afuera.
– Así es, y eso me permitió participar en distintas conferencias internacionales en China, en Rusia y en Australia. Esas participaciones significaron un crecimiento profesional muy importante para mí, además de que me permitieron generar muchos vínculos, intercambiamos semillas y demás.
– ¿Cómo es el trabajo de la investigación del mejoramiento?
– Son trabajos unipersonales en cada cultivo, pero compartimos el personal de campo de la Chacra. Así que es un trabajo en equipo. En las mejores épocas teníamos 6.000 parcelas de avena, entre lo que se destinaba a corte y lo que se hacía para grano. En realidad no son muchas, pero sí requieren de mucho seguimiento, sobre todo la parte de forraje insume mucha mano de obra.
– ¿Cómo llegaste a INTA Yapa?, la primera variedad de avena del país libre de gluten.
– Nosotros habíamos llegado a una variedad que rendía bien grano, que tenía muy buena sanidad de hoja y un grano de excelente calidad. A partir de que fui participando en distintas conferencias en las que muchos países se presentaban siempre trabajos donde hablaban de la Calidad Nutricional del Grano de Avena, otros que se destinaban a la industria farmacéutica o de cosmetología, me empezó a interesar ese tema. Y en Rusia se presentaron galletitas para celíacos, que era un producto elaborado en Suecia con avena libre de gluten. Ahí me picó la curiosidad de saber qué podía pasar con las nuestras.
Yo había mandado una serie de avenas para hacer unos estudios en EE.UU. y ahí le pedimos que nos hicieran contenido de aveninas. Y a Yapa la destacaron por el bajo contenido de avenina que da, digamos, según el código alimentario de los americanos, como un alimento dentro de las que se podrían llegar a usar como libre de gluten.
– ¿Cómo llega la novedad a Andrómaco?, el laboratorio que hoy la comercializa bajo su marca Aveno
– En esos días el laboratorio Novachem, que abastece a Andrómaco, nos consultó si teníamos avenas libres de gluten. Justo yo había recibido el trabajo realizado en EE.UU. y les informé que no podía afirmar que fuera libre de gluten, pero que tenía buenos indicadores. Les mandamos una muestra para que la evalúen. Los distintos análisis que hicieron demandaron casi un año y nos respondieron que les interesaba.
– ¿Esta variedad en lo que respecta a las labores de campo requiere un trabajo más minucioso?
– Sí, porque estamos en una región que produce trigo, cebada y algo de centeno y hay que evitar toda contaminación cruzada. Entonces hicimos un desarrollo, digamos, de cómo producirla, partiendo de una semilla de avena que no tiene ningún grano de estos otros cereales ni de otras avenas, sembrada en un lugar que no había tenido esos mismos cultivos en dos años anteriores. La máquina que cosecha tiene que estar limpia y al final hay que hacer una revisión manual de parte del equipo de mejoramiento que le entrega el grano que ellos necesitaban.
– Es una avena con un valor agregado, un speciality.
– Exactamente, es una avena que demanda muchas horas hombre de trabajo, nosotros en la Chacra la cosechamos con la máquina experimental. Y si bien no sabemos si puede ser consumida por celíacos, porque faltó la última etapa de análisis, Andrómaco hizo sus pruebas y la recomienda para uso en pieles sensibles. Y vende productos hechos con nuestra avena. Hace ya algunos años que la Chacra le provee la materia prima, pero el convenio se firmó hace algunas semanas recién.
– ¿Qué significó para vos como mejoradora haber obtenido esta variedad?
– Yo me jubilé y no habíamos podido firmar el convenio con el laboratorio, pese a lo mucho que trabajó Paula (Pérez Maté, la ex directora de la Chacra). Ahora Natalia (Carrasco, la actual directora) lo logró y tuvo la deferencia de invitarme a la firma.
Para mí fue un sueño cumplido. En cada invitación que tuvo para dar charlas a la Universidad del Sur les repetía a los alumnos que más allá del uso principal que se le da a la avena, había otros que se le podía dar y que ellos, que eran jóvenes, tenían que investigar. Y les mostraba fotos que yo había sacado en las conferencias internacionales, donde había jabones, cremas, leche y una serie de productos elaborados con avena. Así que me siento muy feliz de que un laboratorio elija una avena de la Chacra para hacer sus productos para pieles sensibles.
Así que estoy muy agradecida con el Ministerio de Desarrollo Agrario, que en las dos últimas gestiones trabajó mucho por las Chacras Experimentales, y también al INTA, que fue el que me pagó todas las capacitaciones.
– Y me imagino que muy agradecida a la avena también.
– Te digo la verdad, cuando empecé con la avena era un poco frustrante porque de 30 productores que iban a la Chacra, 29 iban a verlo al ingeniero Gilberto Kraan por el trigo, y uno solo venía conmigo a ver la avena. De a poco eso fue cambiando y pude desarrollar un buen trabajo. Y aprendí a querer a la avena, me gusta el cultivo y además me ha dado muchas satisfacciones.
Una de las más grandes fue la firma de este convenio, otra fue el reconocimiento que recibí por parte del Centro Regional de Ingenieros Agrónomos de Tres Arroyos en la última Fiesta del Trigo. Que me hayan distinguido a mí por el trabajo en avena en el evento más importante del Trigo fue algo realmente muy valioso.