Un relevamiento realizado por la REM de Aapresid arrojó que casi el 28% de los socios que participaron utilizaron algún bioinsumo en la última campaña, superando el porcentaje del ciclo anterior. La soja fue el cultivo más tratado y los bioestimulantes los más utilizados
Una encuesta realizada por la Red de Manejo de Plagas (REM) de Aapresid indicó que crece la tendencia del uso de bioinsumos entre sus asociados, un fenómeno que se está dando a nivel mundial, ya que a nivel global se proyecta que estos productos alcanzarán el 24% del “mercado agrícola para 2029, un incremento notable frente al 17,4% estimado para 2024, evidenciando un ritmo de crecimiento más acelerado que el de los insumos químicos tradicionales.
Argentina no escapa a esta tendencia: según datos de CASAFE de 2023, los bioinsumos generaron un valor estimado de 117,2 millones de dólares, representando el 2,6% del mercado total de fitosanitarios.
El relevamiento llevado a cabo por la REM a nivel nacional, consultando a productores y asesores miembros de la asociación reveló que un 27,7% de los encuestados había utilizado algún bioinsumo en la última campaña. Si bien el informe no detalla el las cifras de la campaña previa, asegura que el “valor aumentó con respecto a la campaña anterior”.
En tanto, el trabajo detalló que los bioestimulantes fueron los más empleados (58,9%), seguidos por los biofertilizantes (30,3%) y, en menor medida, los biocontroladores (9,8%). Mientras que la soja (60% de superficie tratada) y maíz (20%), fueron los cultivos en los que se aplicaron mayor cantidad de productos.
“Los bioinsumos son productos de origen biológico o natural obtenidos a base de extractos vegetales o feromonas, minerales como cobre o azufre o microorganismos como bacterias, hongos y virus. Sus efectos y modos de acción son muy variados. Pueden actuar mejorando la nutrición de las plantas mediante fijación de nitrógeno, solubilización de nutrientes como fósforo (P) o descomposición de residuos orgánicos (biofertilizantes), estimulando el crecimiento (bioestimulantes) o protegiendo al cultivo contra hongos, insectos, malezas y nematodos (biocontroladores)”, explica el trabajo de la REM.
“Algunos ejercen varias de estas funciones en simultáneo, como es el caso de Trichoderma sp., un hongo ampliamente distribuido en el suelo y las plantas que reúne propiedades fungicidas, estimulador del crecimiento y agente de biorremediación, siendo capaz de degradar pesticidas persistentes”, agrega.
Herramienta sostenible
Los fitosanitarios tradicionales son criticados y tienen “mala prensa” por contener químicos y por su impacto ambiental. En este escenario, los biocontroladores aparecen como herramienta innovadora y sostenible para el manejo de insectos, hongos y malezas. Si bien su uso aún es incipiente, cada vez más empresas están desarrollando soluciones, destinadas a complementar la acción de los fitosanitarios tradicionales”.
“Entre las opciones disponibles se destacan una amplia gama de bacterias, virus y hongos, cuyo efecto de control se ejerce mediante diversos mecanismos. Algunos producen sustancias tóxicas para la plaga en cuestión (como la conocida bacteria Bacillus thuringiensis presente en cultivos Bt), otros actúan generando antibiosis, competencia por espacio o nutrientes, o bien colonizando el interior del insecto plaga y provocando destrucción de órganos e inhibición del crecimiento”, destaca Aapresid.
Ejemplo de estos últimos son los hongos Beauveria spp. e Isaria fumosorosea, únicas cepas registradas en el país para el control de Dalbulus maidis, chicharrita vector del virus del achaparramiento del maíz.
“Entre las ventajas de estos productos, se destaca su especificidad y selectividad, lo que los hace inocuos para los humanos, insectos benéficos y el medio ambiente”, completa.
Según la Red de Nutrición Biológica de Aapresid, otro gran diferencial es que, en el caso por ejemplo de los biofungicidas, tienen la capacidad para instalarse en la rizósfera (área de suelo entorno a las raíces de las plantas) donde se mantienen vivos para seguir produciendo biomoléculas, lo que asegura una eficacia de control prolongada en el tiempo.
Y un dato no menor: “En muchos casos, la enorme diversidad de sustancias y compuestos bioquímicos que componen un mismo producto, ofrecen un arsenal de modos de control o de acción diferentes, lo que ayudaría a mitigar el riesgo de aparición de resistencias”, afirman especialistas de la RNB.